Este artículo se publicó hace 15 años.
EPO, THG, darbepoyetina... la carrera de nunca acabar
La historia se repite: el mundo de los controles siempre camina con retraso
"Estamos ansiosos por conocer la nueva sustancia que han detectado en biatlon". La frase es del doctor Juan Manuel Alonso, experto en dopaje. La historia se repite: el mundo de los controles siempre camina con retraso. La ley va por detrás de la trampa. Pero de vez en cuando, da un zarpazo y desmonta el fraude.
La EPO fue la primera molécula que evidenció el retraso con el que trabajan los controles de dopaje. En su caso fue de 12 años: la EPO fue sintetizada por vez primera a finales de los años ochenta y no fue detectada hasta 2001.
Otro exponente del desfase entre la aparición de nuevas sustancias dopantes y la posibilidad de detectarlas fue el desgraciado esquiador de fondo Johann Muehlegg. El español fue cazado con darbepoyetina en los Juegos Olímpicos de Salt Lake City, en 2002. En este caso, el Comité Olímpico actuó con sigilo. Cuando consiguieron por fin un método para detectar la sustancia, decidieron callar. No lo anunciaron y Muehlegg y otras dos esquiadoras cayeron en la trampa creyendo que era aún indetectable.
El último ejemplo fue la THG, un anabolizante de diseño que nadie conocía porque había sido sintetizado mediante una pequeña variación de una molécula ya existente. Marion Jones fue su gran víctima. La velocista estadounidense jamás hubiera esperado que su ex-entrenador, Trevor Graham, enviara una jeringuilla con THG a la Agencia Americana Antidopaje. Poco después se logró su detección.
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