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El equipo que quita hipocresía al fútbol

El secreto del Villarreal, que recibe al Real Madrid (22 horas), es que no debe 'nada a nadie'. Por eso Fernando Roig, dueño y presidente, considera 'desleal competir con clubes que no pagan'

ALFREDO VARONA

Fernando Roig (Valencia, 1947) es un presidente que se sale de lo corriente. Se juega su propio dinero en el Villarreal, pero no ejerce de dueño. 'Prefiero hacerlo de gestor', agrega como uno de los componentes esa famosa 'santísima trinidad' del Villarreal que compone junto a Fernando, su hijo, y al eterno José Manuel Llaneza, el hombre que tiene cinco by-pass en el corazón y cuya voz, a pesar de que ya no sea consejero delegado, sigue teniendo gran peso en un club en el que el dinero no ciega los ojos. A pesar de ser una Sociedad Anónima Deportiva, se considera 'un sentimiento'. Por eso Roig insiste que jamás venderá el Villarreal por mucho que le ofreciese un jeque árabe. 'No lo haría ni por 500 millones, porque no veo el club como un negocio, sino como un sentimiento, y con los sentimientos no se juega'.

A pesar de fichar en todos esos años a futbolistas de la reputación de Riquelme, Forlán o Rossi, el Villarreal no perdió el equilibrio económico.Roig lleva al frente del Villarreal desde 1997. Entonces cumplió 50 años y recuerda que en la fiesta de cumpleaños su hermana Trinidad le regaló un libro escrito por ella misma sobre su vida 'en la que decía que llevaría al club a Primera'. Trinidad era incapaz de concebir que su hermano podía ir mucho más lejos en una ciudad pequeña como Villarreal acostumbrada, sobre todo, a ver partidos de Segunda B. Pero Roig desafió lo imposible y lo encontró. Logró que el Villarreal se quedase a un penalti de jugar una final de la Champions y que fuese segundo en un campeonato de Liga. Logró, además, que jugase al fútbol como los ángeles en la época de Pellegrini; que futbolistas como Cazorla antepusieran este club por delante del Real Madrid y que, por encima de todo, España juzgase al Villarreal como la gran alternativa a Madrid o Barcelona. Aun así, aún a pesar de fichar en todos esos años a futbolistas de la reputación de Riquelme, Forlán o Rossi, el Villarreal no perdió el equilibrio económico.

'El secreto está en gastar lo mismo que ingresas', decía Roig, un hombre capaz de producir frases que valen para toda la vida ('hay que quitarle hipocresía al fútbol') o de mandar desde la democracia más absoluta. 'El futbolista que llega aquí sabe que puede hablar con el presidente cuando lo necesite con la misma facilidad que lo hace con el delegado o con el cuidador de campo', explicaba José Manuel Llaneza en los años dorados del club, en los que jamás se hizo un fichaje a ciegas. 'Antes de firmar a un jugador, nos sentamos con su familia. Sabemos cómo coge la cuchara y el tenedor'. Quizá eso fue el origen de tantos éxitos y de tan pocos errores en los fichajes, a lo sumo el de Palermo, el delantero argentino que casi nunca justificó su reputación en El Madrigal. Pero eso fue una noticia extraña en un Villarreal en el que parecía tan fácil triunfar. Pellegrini no aceptaba otro estilo que no fuese 'la posesión de la pelota'.

Aquel equipo se acercó a los 90 millones de euros de presupuesto, con empleados capaces de trabajar, felices, 12 y 14 horas diarias para preparar la logística de la Champions. Sin embargo, el éxito se acabó el año pasado con el descenso a Segunda que captó fotografías casi dramáticas como la de Fernando Roig llorando en el palco como una magdalena mientras lo consolaba su hermano Juan, el presidente de Mercadona. Fernando, sin embargo, lloraba porque aquel Villarreal entraba en el infierno de la Segunda división con una plantilla carísima y prácticamente imposible de mantener en esa categoría. Pero supo cómo salir. Vendió parte de su participación en Mercadona para reactivar a un club que, a pesar de todo, no se sintió tan presionado por la urgencia de volver a Primera.

'Supo vender bien y sin prisa a jugadores como Rossi, Borja Valero, Cazorla o el mismo Diego López tenía una ficha próxima a los tres millones de euros y que estaba muy por encima de la vida actual del club', explica José Luis Lizarraga que, como Jefe de Deportes del diario Mediterráneo lleva una vida siguiendo a un Villarreal, que sufrió de veras el regreso a Primera. 'Para ascender hay que sufrir mucho'. La fortuna es que lo logró y, como dice Fernando Roig, 'el descenso nos vino bien'. Permitió reformar el club, interpretar los nuevos tiempos y, aunque ahora el Villarreal ya no opte a ganar la Liga, tiene la conciencia muy limpia. ('nuestra deuda es cero y no debemos dinero a nadie'), entre otras cosas porque Roig piensa que 'competir con equipos que deben dinero me parece una deslealtad para la competición'.

Pero quizá esta es la ventaja del Villarreal. Tiene un presidente que no necesita enriquecerse con el fútbol y que ni siquiera echa en cara a nadie que el dueño sea él. Por eso la propia ciudad acepta con estímulo los nuevos tiempos a pesar de que no se parezcan a los de ayer. La nómina de jugadores no es la que fue. 'El estilo es diferente. Ahora es un equipo mucho más vertical con un presupuesto que no llega a los 50 millones de euros, mientras que el de entonces se acercó a los 90', insiste Lizarraga, que sabe que el hecho de que ahora el Villarreal sea uno de los líderes de Primera sólo es una situación puntual, nada más.

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