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El espíritu cainita se instala en el Espanyol

El bochornoso espectáculo en las elecciones de ayer, con amago de pelea incluído, evidencia la división institucional en un club que también naufraga en lo deportivo

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Las elecciones a la presidencia del Espanyol celebradas este lunes en la Fira de Cornellà dejaron claros dos puntos: la aplastante victoria de Joan Collet a nivel accionarial sobre Sergio Oliveró, que aseguró haber ganado en votos, y sobre todo, la fuerte fractura social en la que está inmerso el club.

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Los insultos, abucheos, cánticos y hasta conatos de agresión fueron la tónica general en la Junta General de Accionistas. Incluso, varios presentes tuvieron que abandonar la Junta, escoltados. Un espectáculo bochornoso e impropio de un club centenario.

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La tremenda división interna que en estos momentos se ha instalado en el club se personifica en los dos candidatos que optaban a la presidencia del club perico. La animadversión de los socios presentes fue mayor hacia el candidato oficialista Collet -que contaba con el apoyo de los dos máximos accionistas- pero los detractores de Oliveró tampoco callaron.

Collet fue elegido presidente gracias a las 189.641 acciones que logró aunar debido al apoyo que le brindan los dos principales accionistas del club, los expresidentes Daniel Sánchez Llibre y Ramón Condal. Por su parte, Oliveró acudía a las elecciones de la mano de la Asociación de Pequeños y Medianos Accionistas (APMAE) y pretendía acogerse bajo el amparo de la gran masa social espanyolista.

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Precisamente, Oliveró ha resaltado que la balanza se ha decantado en su contra por solo dos personas. "Somos los ganadores si no contamos a dos personas del club. La masa social nos respalda y triplicamos el voto presencial (según sus datos). Queda claro los que los vencedores de estas elecciones son dos señores". Y aprovechó para rechazar frontalmente las insinuaciones de la otra candidatura sobre la incitación de Oliveró a los accionistas para crispar la Junta: "Es una forma de implicarme y desprestigiarme a mí. Escucharé lo que se ha dicho porque mi honorabilidad está por encima de todo".

 

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Todas las candidaturas lamentaron el espectáculo y ahora uno de los principales retos del vigésimo séptimo presidente del Espanyol es fomentar la unidad de la masa social. En el club catalán, tanto en las gradas de Cornellá-El Prat y en muchos otros foros públicos como las redes sociales, se palpa un descontento importante.

Los seguidores -accionistas o no- ven que cada temporada el proyecto deportivo se debilita con la venta de jugadores clave y cómo aspirar a Europa es cada vez más complejo para el primer equipo. Además, otros episodios, como las polémicas en el fútbol base, con constantes cambios en la cúpula, crispan a la afición.

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Tampoco se ha librado el Espanyol de guerras intestinas entre sus dirigentes. Uno de los ejes principales de las elecciones han sido las plusvalías. El sector de Oliveró acusa a Daniel Sánchez Llibre, expresidente y máximo accionista que apoyó a Collet, de haberse beneficiado personalmente del traspaso de jugadores, negado desde el otro bando.

Las tensiones son evidentes entre todas las partes y no hay visos de que vayan a desaparecer pronto. La Junta de Accionistas fue la prueba clara de esta crispación. Tampoco la situación deportiva del primer equipo acompaña. Es colista de Primera División, con solo nueve puntos conseguidos en doce jornadas. Y el técnico Mauricio Pochettino, hasta ahora intocable, ha comenzado a recibir los primeros pitos en Cornellá-El Prat y peticiones de dimisión.

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Precisamente, la situación deportiva marcará servirá de termómetro para calibrar la paz social e institucional del club. Un descenso a Segunda sería fatal tanto a nivel futbolístico como económico. Por eso el próximo partido liguero, este domingo a las 12.00 horas, ante el Getafe, se presenta como todo un plebiscito.

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