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Estados Unidos aparca la crisis

ATLETISMO. Aries Merritt contesta el poder jamaicano en la velocidad y gana los 110 metros vallas

ALFREDO VARONA

La velocidad en Estados Unidos es como una religión. La velocidad, en realidad, lo es todo: orgullo, potencia, clase. No hay atletas tan valorados como ellos en un país que nunca valorará a los fondistas con la misma ilusión. Y esos valores empiezan en las universidades y en la propia historia de un país que no iguala la reputación de Fran Shorter (campeón olímpico de maratón en Münich 72) a la de velocistas como Carl Lewis o Edwin Moses.

Fue en Estados Unidos donde se popularizaron viejas ideas como aquella que decía 'el que vale, vale, y el que no a la maratón'. De ahí que en estos tiempos le cueste tanto aceptar el gobierno de Jamaica, la facilidad con la que Usain Bolt derrota a topa su tropa (Tyson Gay, Justin Gatlin o Spearmon).

Como la realidad es lo único que no tiene remedio, no queda otra que aceptarlo y esperar momentos como el que sucedió en la final de los 110 metros vallas. La crónica fue colosal. Estados Unidos recuperó la historia perdida. Ha necesitado 16 años. No sucedía desde el triunfo de Allen Johnson en los Juegos de Atlanta 96. Aries Merritt, un tipo de 27 años que responde a su genética orgullosa e imperial, solucionó la espera. Un hallazgo fantástico para un país que necesitaba algo así.

Ha pasado por momentos duros en estos Juegos como la lesión a pie de pista de LeShawn Merrit, el campeón olímpico de Pekín en los 400 metros. Su gente necesitaba una victoria como la de Aries. Su autoridad marcó una época. Corrió como un cohete y rebajó su marca a 12,92 (en semifinales hizo 12,95).

Y, como pasaba en los tiempos buenos, el siguiente fue otro estadounidense: Jason Ricardson que, en principio, tenía una biografía mayor. Al menos, hasta enero de 2012. Campeón del mundo en Daegu 2011, Richardson ha encontrado un problema en el año olímpico: ha llegado justo a los Juegos. Su año no ha tenido la claridad de Aries Merritt, que ha bajado tres veces de los 13 segundos. Pero, en cualquier caso, Richardson no tiene de que quejarse. El destino no le ha tratado mal.

Había enorme reputación en esta prueba. Bajó varios peldaños con la dramática caída de Liu Xang en semifinales. Pero en la final andaba Dayron Robles, el cubano que fue campeón olímpico en Pekín 2008, el heredero perfecto de un país que casi siempre da la talla en los Juegos. En otra época fueron Juantorena, Sotomayor o Pedroso. Robles, de 26 años, defendió esa tradición en los tiempos modernos.

Pero en estos Juegos no ha sido posible. Ahora, no está a la altura de Arties Merrit. Sus marcas prueban que no es el de hace cuatro años. La puntilla fue esa lesión al saltar la segunda valla que nunca se sabrá si fue verdadera o fingida. El caso es que hizo añicos su deseo. Todo quedó, por lo tanto, en manos de Estados Unidos, que dejó la medalla de bronce para Parchment, un jamaicano que estudia psicología y que compitió maravillosamente ante el indomable ejército estadounidense. Naturalmente, no estaba Bolt.

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