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La Eurocopa que echaremos de menos

“Despertar emociones”

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Pirlo, durante un partido con Italia el pasado año. FABRICE COFFRINI / AFP

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MADRID.- A George Best, cuando se retiró, dejó de gustarle el fútbol porque “no se podía volver al pasado”. Quizá abusaba de la nostalgia o quizá no. Pero estaba en su derecho de idolatrar el pasado, desde ese imponente Rolls Royce blanco que le acompañaba en tantas entrevistas. “Porque el fútbol de ayer siempre parecerá mejor que el de hoy”. Hoy, somos nosotros, desde la clase media, los que tenemos esa duda. Vuelve la Eurocopa. Vuelve cuatro años después de que Xavi organizase a España en la de Ucrania y Polonia; Pirlo, a Italia; Philip Lahm a Alemania o Lampard a Inglaterra. Hoy, que no están, nos acordamos de ellos con envidia sana. Lamentamos que los futbolistas no se perpetúen en el cargo; que Antonio Conte, el seleccionador italiano, no haya hecho caso a la opinión pública de su país. Ante la lesión de Marchisio, le pedían recuperar a Pirlo (Brescia, 1979), a ese caballero andante que Buffon, su portero, nunca dejará de definir así: “Viéndole jugar delante de mi defensa, siempre he pensado que Dios existía”. Pero Conte no ha querido volver al pasado. Pirlo no volverá con Italia: la fecha de caducidad existe.

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Ahora, será diferente, sin ninguna duda, como explica Roy Hodgson, el seleccionador inglés. Si por él fuera, hubiera llamado a Frank Lampard (Londres, 1978) que, a punto de cumplir los 38 años, comparte vida de futbolista con Pirlo en Nueva York, donde el fútbol es otro mundo. O a Steve Gerrard (Liverpool, 1980) que, a los 36 años, juega en Los Ángeles, donde no renuncia a tirar a gol con la fuerza de la última Eurocopa que jugó. Los resultados nunca hicieron felices a Lampard ni a Gerrard en la selección inglesa, pero “el placer iba más allá del triunfo o la derrota”. Lo explicaba Fabio Capello con una claridad inmensa. “El placer es tenerlos”. Máxime hoy, que ya no están e Inglaterra aprende a buscarse la vida sin ellos. Gerrard era una lección diaria. “Si tenía un error en un partido, al día siguiente lo ejercitaba una hora diaria”. Lampard, el chaval que empezó fregando los suelos en el vestuario del West Ham, era la presencia, el retrato del jugador permanente. “A cada año cumplido, el futbolista debe pesar un kilo menos para seguir en la misma forma”. Y lo cumplía a rajatabla, con la devoción que un padre educa a sus hijos. Lampard nunca jugaba con su reputación. “Los futbolistas no tenemos por qué ser tan vanidosos. Otra cosa es que siempre sea agradable que el marcador anuncie un gol y que ese gol sea tuyo”.

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“Despertar emociones”

Goles, sin embargo, los de Lampard que ya no se relatarán en esta Eurocopa, donde tampoco estará Philip Lahm (Münich, 1983) en Alemania. Una excepción que rompe la regla de las últimas Eurocopas, donde ese hombre era como el kilómetro cero de la Mannschaft. Un futbolista académico, capaz de desnivelar corriendo o pensando. Una novedad en cualquier parte. Jugaba de todo, desde lateral derecho hasta mediocentro, imposible de olvidar cuatro años después de la última Eurocopa. Sin Lahm, en realidad, era imposible entender a la nueva Alemania, ese equipo que el seleccionador Joachim Löw definía a partir de un sentimiento. “Yo aspiro a despertar emociones, a conseguir que la gente sienta amor por nuestro juego”. Pero la diferencia es que ya no estará Lahm, el capitán, el hombre que no se enfadaba nunca, la inteligencia en persona. Una parte del carnet de identidad de Alemania que eligió dejar voluntariamente la selección el día que llegó a lo máximo, hace dos veranos, campeón del mundo en Maracaná, en Brasil.

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