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Una fiesta que terminó en decepción

El Camp Nou vive una jornada histórica

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Con el corazón encogido, la decepción en el rostro y una sentida ovación, el Camp Nou dijo adiós al sueño europeo del Barcelona. No habrá nueva final en el Bernabéu ni remontada épica en el brillante currículum de Pep Guardiola y sus muchachos. Venció el Barça si hacemos caso al marcador, pero triunfó Mourinho que, brazos alzados hacia la grada, lo celebró. Corrió Valdés a abortar la provocación y la afición azulgrana, agradecida por todo el esfuerzo, simplemente, lo asumió. Había vivido una jornada histórica.

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Porque, en los prolegómenos, el ambiente había sido sobrecogedor, de gallina de piel, como diría Johan Cruyff que, en el palco, se abrazaba a un animadísimo Ferran Adrià, mientras el Camp Nou, pletórico ya media hora antes del inicio del encuentro, se arrancaba al grito de "¡madridista quien no bote es!". Para entonces, Mourinho, que había sido saludado con poco decoro, escenificaba uno de sus números, solo a pie de césped, junto a Chivu. La hinchada prefirió ignorarle y prepararse para desplegar un espectacular mosaico: un manto con la bandera catalana y el nombre gigantesco del Barça cubrió toda la grada y confirmó el ánimo festivo con el que la afición azulgrana había afrontado toda la jornada.

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Como en las celebraciones del curso pasado, tras el triplete, la ciudad había amanecido con las calles y los transportes públicos teñidos de azulgrana: muchos seguidores habían decidido ir a trabajar con la camiseta del Barça para meterse en ambiente y colorear las conversaciones que, ineludiblemente, giraban en torno a la remontada. "Esta noche, todos al Camp Nou, ¿no?", se oía decir en cualquier esquina. Algunos, los que pudieron, decidieron adelantar la cita y acompañar a Guardiola y los suyos, ya por la tarde, en su camino hacia el Camp Nou. Formando la denominada caravana de los héroes, un séquito de un millar de motos, teñidas de azulgrana, escoltó al Barça desde el hotel de concentración hasta el estadio, que se encontraba repleto ya en sus aledaños.

"Nunca había visto un ambiente así, es muy emocionante", decía Miguel Ángel. "Es el partido más emocionante de la era Guardiola: por el Bernabéu, por Mourinho y porque es la primera vez que necesitamos una remontada así", decía Roger, hecho un saco de nervios. La larga espera los aumentó. Y el expulsado Motta, con sus entradas. Y las provocaciones de Mourinho, incansable. Hasta que llegó el gol de Piqué y el Camp Nou estalló en un rugido y en un canto permanente. Y en un "¡ooohhh!" clamoroso con el gol anulado a Bojan. Y en una dolida ovación en la derrota final.

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