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Floyd Mayweather, radiografía de la opulencia en algunas estrellas del deporte

ISRAEL ÍÑIGUEZ

Unos tanto y otros tan poco. Es ley de vida en la sociedad tan desigual que nos ha tocado vivir. Dentro del primer grupo, en el de aquellos que no tienen ningún problema para llegar a final de mes y que ni siquiera han de mirar el estado de sus cuentas bancarias ni los precios de cualquier tipo de producto que deseen adquirir, se encuentra Floyd Joy Sinclair, conocido mundialmente como Floyd Mayweather. Renombrado en 2014 como deportista mejor pagado, según la lista Forbes, su fortuna supera los 500 millones de dólares. Su buen hacer sobre el cuadrilátero (47 victorias en otros tantos combates) y la figura mediática y de marketing que se ha generado en torno a él le sitúan en el escalafón más alto del deporte mundial.

Ahora bien, administrar el éxito nunca fue sencillo. Hace falta tener una cabeza muy bien amueblada y un entorno apropiado que sepa guiarte cuando el éxito te ciega la visión de la realidad. Mayweather no parece tener ni lo uno ni lo otro. El boxeador de Michigan es tanto o más protagonista en los medios de comunicación por sus despilfarros económicos que por sus incontestables triunfos deportivos. Floyd es uno de esos que asocia opulencia con éxito. Uno de los últimos episodios hace referencia a su hijo, Koraun Mayweather, a quien por su cumpleaños le acaba de regalar un carrito de golf de la marca Bentley, bañado en oro y valorado en más de 50.000 dólares. Otro cosa será el bueno de Floyd pero tacaño para los regalos desde luego que no.

Y esto no es más que una pequeña muestra de lo que puede ser capaz el púgil con su 'interminable' fortuna. Dispone de una auténtica flota de automóviles de lujo que supera la veintena. Como curiosidad, los compra blancos para su casa de Miami y negros para los que tiene alojados en su propiedad de Las Vegas. Dos de ellos, Bugatti Veyron, tienen un precio de 2,5 millones de dólares cada uno. Durante una fiesta en un club nudista de Miami pagó una factura de 50.000 dólares, y es famosa su imagen en una de esas fiestas desenfrenadas que organiza y en las que toma parte quemando billetes de 100 dólares. La ropa interior y los zapatos sólo los utiliza una vez, los ingresos bancarios no los realiza en sobres si no que acude con amigos y varias mochilas llenas de billetes, viaja con bolsas repletas de billetes de 100 dólares... Son algunas de sus excentricidades.

Otra de las grandes debilidades de Floyd Mayweather, al margen de los coches de lujo, los relojes y los diamantes, son las apuestas. El púgil número uno del momento es un auténtico adicto. Y obviamente las cantidades con las que puja no son alcanzables para prácticamente ninguno de los mortales. NBA, NFL, deporte universitario norteamericano... Le da igual, el caso es apostar y cuanto más dinero mejor. Una de sus mayores locuras fue apostar 5,9 millones de dólares a que Miami Heat alcanzaba las finales de la NBA ganando a Indiana Pacers por más de siete puntos en el séptimo y definitivo partido de 2013. ¿Resultado? 99-76 favorable a los de Florida y 11 millones más a la suculenta cuenta bancaria del apostador suicida.

Quizá a alguno le sorprendan semejantes barbaridades de este rico sin control. Pero hay otras cuantas 'celebrities' en esto del deporte, especialmente en el boxeo, que piensan que el dinero es infinito y que por ello pueden gastar y gastar sin límite. Alguno ya se ha dado de bruces con la cruda realidad y ha tenido que recurrir a soluciones que jamás se le hubiera pasado por la mente, como limpiar retretes o lavar platos en una cárcel. Por ser compañero de profesión de ‘Mister Money', nos viene a la cabeza el nombre de Mike Tyson. El campeón de Brooklyn desperdició una fortuna de más de 300 millones de dólares por su mala vida, sus caprichos y sus problemas con la justicia.

Fuera del ámbito pugilístico tenemos ejemplos de todos los colores. Mitos de la NBA como Scottie Pippen o Charles Barkley han sufrido problemas importantes en sus boyantes economías. El primero despilfarró toda su fortuna y el segundo confesó haber perdido más de 10 millones jugando al ‘blackjack'. Michael Vick, quarterback de los New York Jets, intenta recuperar parte de la fortuna que despilfarró hace unos años con apuestas ilegales y problemas con la justicia. El 'angelito' se gastaba años atrás, cuando era uno de los asiduos de la lista Forbes, 30.000 dólares al mes en mantener a sus amigos. El golfista John Daly o la atleta Marion Jones son otros casos de haber tocado la gloria y posteriormente descender a los infiernos.

Pero el gasto desorbitado no es un coto privado de los deportistas en Estados Unidos. En Europa sucede lo mismo con el deporte rey, cuyos protagonistas también nos han deparado episodios de este tipo. Los Beckham han sido ejemplo de gastos muy sonados, como alquilar mansiones a razón de 100.000 euros al mes, aunque eso no parece que haya repercutido demasiado y ni siquiera haya hecho temblar la economía en la casa de Victoria y David. A otros, sin embargo, no les fue tan bien, y jugadores míticos como Andreas Brehme y Paul Gascoigne u otros más recientes como Iván Zamorano o Christian Vieri han tenido que echar mano de prácticamente cualquier cosa para seguir adelante. El dinero, por mucho que algunos piensen lo contrario, llega un día y... ¡zas, se acaba!

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