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El fracaso de Francia se convierte en un problema de identidad nacional

La clase política califica de 'chusma' y 'golfos' a los jugadores y ponen sus orígenes como clave de la debacle deportiva

DANIEL DEL PINO

El desafortunado paso de la selección francesa de fútbol por el Mundial no deja de ser un tema deportivo. Pero la reunión entre el presidente de la República, Nicolas Sarkozy, y el capitán Thierry Henry, le ha dado un tono político que, en realidad, siempre ha flotado sobre el equipo nacional.

¿Qué le tenía que decir Sarkozy al delantero? La conversación entre ambos se ha convertido en una especie de secreto de Estado, pero los comentarios de la clase política calificando de 'chusma' y 'golfos' a los jugadores han ayudado a alimentar el siempre presente debate sobre el color y el origen de los Bleus.

No es muy normal que un jugador (Anelka) sea expulsado de una concentración en una competición de estas características. Tampoco lo es que sus compañeros se pongan en huelga durante un entrenamiento como protesta, ni que una selección que en los pasados años ha conseguido éxitos de una manera fácil y clara caiga a las primera de cambio en un Mundial.

No lo es menos que uno de los supuestos cabecillas de la rebelión según los medios, como Frank Ribéry, tenga que interrumpir una entrevista a su entrenador y decir, casi llorando, que les está pudiendo la presión mediática.

En el Mundial de Alemania de 2006, el líder del Frente Nacional, Jean-Marie Le Pen, dijo en una entrevista que no se sentía representado por la selección ya que había muchos jugadores negros que no cantaban La Marsellesa (el himno nacional).

Los políticos reaccionaron condenando la frase y el entonces capitán Lilian Thuram dijo que no por cantar la marsellesa eran menos franceses. El defensa Eric Abidal dijo que se sentía orgulloso de ser francés, pero que simplemente no se sentía representado por lo que dice el himno, que tiene un marcado tono colonialista.

Al inicio de este Mundial la hija de Le Pen, Marine, hizo otro comentario parecido sugiriendo que era una pena que los jugadores tuvieran 'otra nacionalidad de corazón'. Thuram volvió a salir en defensa de sus ex compañeros, pero esta vez no ha servido de mucho. El diario Libération recoge una serie de comentarios de políticos del propio Gobierno llamando chusma y golfos a los jugadores por su pésima actuación.

Esos términos 'racaille' o 'voyous' son frecuentemente empleados en Francia para referirse a los chicos de las barriadas (banlieues) de las ciudades, lugares donde muchos de los jugadores profesionales crecieron y vivieron como hijos de inmigrantes. Lo que acaba por convertir el problema deportivo en un problema étnico.

La secretaria de Estado para las ciudades, fadela Amara, advirtió ayer que ese sentimiento de duda sobre la capacidad de los descendientes de inmigrantes para defender a Francia era 'abrir una autopista al Frente Nacional'.

El director de la exposición Allez la France ! Football et immigration, histoires croisées, Fabrice Grognet, explica en el mismo diario que hoy se vive en Francia un estado totalmente opuesto al que surgió en el Mundial de 1998, cuando precisamente la diversidad del equipo nacional era motivo de elogio.

Francia está inmersa hoy en un debate sobre la identidad nacional. Quizá esa sea la razón de que los políticos hayan tratado de buscar en el fútbol un ejemplo de lo que pasa en las calles de sus ciudades. Pero mezclar deporte y política suele acabar mal y decir que el problema futbolístico tiene su origen en las 'banlieues', podría provocar el efecto contrario al que supuestamente se busca: unir a un país por el fútbol.

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