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Frío como el acero

Un gol de Sergio Ramos da el triunfo al Madrid en Getafe. El equipo de Mou controló el partido con autoridad y escaso sufrimiento

ÁNGEL LUIS MENÉNDEZ

Sin mover un músculo bajo la helada, apretando los dientes para resguardar del viento y del Getafe un solitario gol Ramos, el Madrid sumó ayer un valioso triunfo con la solvencia del que ejecuta una misión para la que se sabe ungido por el destino. Solventó una de las, teóricamente, más peliagudas salidas que le quedan y sigue atornillado a un liderato holgado y firme.

Metido en su papel de villano, Mourinho se juega su prestigio en cada uno de sus habituales derrapes. ¿Por qué? Sólo él lo sabe, pero corre el riesgo de empañar sus innegables méritos como entrenador. Cuando el portugués calla, el silencio permite apreciar su obra. La calma posibilita un análisis racional y desapasionado del poderoso Real Madrid creado por Mou.

Sin ruido alrededor, la máquina blanca suena potente, segura y eficaz

Sin ruido alrededor, la maquinaria blanca suena potente, segura y eficaz. Especialmente en noches como ayer- En una cita gélida, ventosa y ante un rival incómodo, el Madrid ni pestañeó. Mourinho hizo un par de retoques respecto a las últimas alineaciones. Bajó un grado la fantasía con la que había deleitado al personal en las últimas semanas y, dado lo áspero de la cita getafense, apretó un par de tuercas Coentrao por el lesionado Marcelo y Lass en lugar de Granero y barnizó el once titular con una capa de acero.

El auténtico Madrid de Mourinho queda retratado en el gol del triunfo, fruto de una sutileza de Özil en el saque preciso de un córner y la arrolladora irrupción de Sergio Ramos en el área rival. La extraordinaria evolución del futbolista andaluz se sitúa precisamente en la cara más admirable y oculta del técnico luso.

Mou ha tardado un año en atreverse más por obligación que por convicción en trasladar a Ramos hacia el corazón de la defensa, pero el experimento se ha tornado excepcional y no se atisba el final de una trayectoria creciente. El sevillano es un central impecable en lo propio, defender, y poderoso en lo ajeno, atacar.

La exuberancia de Ramos dibuja la cara admirable y oculta de Mourinho

El gol, pese a madrugar (m. 18), selló la victoria. Porque el Madrid jugó a favor de resultado y de viento (en el primer tiempo) y porque el Getafe apenas opuso orden y voluntad. Ocasiones de gol, una de Barreda antes del tanto blanco y la jugada del penalti cometido por Pepe.

El portugués, otro central inmenso, es el único que puede derribar el proyecto de Mourinho en algún arrebato. Ayer, lo de menos fue el manotazo en el área que desvió un disparo de Diego Castro. Lo grave fue su patética sobreactuación sobre el césped, revolcándose de dolor para simular que la pelota le había golpeado en el estómago. Resulta incomprensible para cualquier cerebro ajeno al suyo no pensar en las decenas de cámaras que están inmortalizando, una vez más, tu reprobable acción.

Con 20 minutos por delante, el penalti birlado anunció un último arreón local, pero fue una falsa alarma. El Madrid tiró dos contragolpes y el Getafe abdicó.

Getafe: Moyá; Valera, Cata Díaz, Torres, Masilela; Juan Rodríguez, Casquero (Lacen, m. 64); Ríos (Gavilán, m. 57), Diego Castro, Barrada (Arizmendi, m. 69); y Miku.

Real Madrid: Casillas; Arbeloa, Pepe, Ramos, Coentrao; Lass, Xabi Alonso; Özil (Granero, m. 87), Kaka (Callejón, m. 62), Cristiano; y Benzema (Higuaín, m. 72).

Gol: 0-1. M. 18. Özil saca un córner y Sergio Ramos cabecea a la escuadra izquierda.

Árbitro: Ayza. Amarilla a J. Rodríguez, Cata Díaz, Casquero, Miku, Arizmendi, y Masilela.

Coliséum Alfonso Pérez: 13.000 espectadores. 

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