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Para frotarse los ojos

Los rojiblancos alejan sus fantasmas y se pegan un festín con Forlán de actor principal.

PEPE Gª CARPINTERO

El Atlético huye de la mística del pesimismo. Ésa en la que Pitarch no cree y de la que es un fiel aliado su entrenador. Ésa en la que han sumergido al Atlético sin razón. Ésa que el Kun gambeteó y Forlán mandó al olvido. Pero la huida no ha sido fácil. Se interpusieron varios obstáculos para que todo continuara igual.

No se fichó a Riquelme, se dudó del Kun e incluso le hicieron culpable de un gol en el Bernabéu, se hacían cosas inverosímiles en los saques de esquina que costaban goles, se jugaba siempre con los extremos cambiados... El fútbol es más sencillo. El fútbol es el Kun abriendo un espacio a Forlán, que Éste gestiona efizcazmente. El fútbol es la inteligencia de Luis García, especialista en optimizar sus recursos. El fútbol, por supuesto, no puede ser pesimista.

Los jugadores del Atlético ya no miran ni a la grada ni al banquillo esperando temerosos la reacción. Sólo miran al arco rival. Con todos estos condimentos, el Atlético pasó por encima, con hambre, de un Zaragoza al que no se le reconoce por ningún lado. Quizás ese hambre que tiene el Kun, Forlán, Raúl García... por lograr devolver el optimismo a muchos, le falta al Zaragoza.

Víctor Fernández tiene un problema y serio. Aguirre le ganó ayer la partida fácilmente. El Zaragoza siguió apostando por ese sistema que tanto gustó el año pasado, despreciando los hombres de banda. Aimar se vuelca a la izquierda y corretea por todo el campo, D'Alessandro hace lo propio por la derecha, así que cuando se juntan en el medio la salida más lógica sea la de las tortas. A los blanquillos no se les reconoce, y da la sensación que juegan más nombres (Diogo, Ayala, Diego Milito, Oliveira) que hombres.

En esas estábamos, cuando el Zaragoza ya estaba recogiendo de la jaula el primer balón. Toqueteos varios en la frontal que acaban con un pase de ensueño de Forlán a Luis García, que lo manda a la red con efecto cambiado. El Atleti se gustaba y el Zaragoza se diluía con Luccin espeso y Gabi fuera de lugar.

El Atlético decidió seguir huyendo de su pasado y enseguida cerró el encuentro con un segundo gol. Un tanto de delantero. Forlán recogió un pase sublime de Maxi y lo resolvió con el único recurso con el que podía hacer gol: la vaselina.Víctor se echaba las manos a la cabeza. No entiende qué pasa en los engranajes que tan solventemente funcionaban hace poco.

El Atlético se creció, quería darse un festín a costa de su bestia negra. Aquella que le dejó fuera de la UEFA con un gol de Toledo y que desde hace diez años no derrotaba en el Calderón. Un estadio que ha dejado atrás todos los obstáculos de los pesimistas.

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