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El gol ya no escucha al Atlético

Hizo méritos, pero entre Toño y los postes lo dejaron en blanco

ALFREDO VARONA

El gol se hace de rogar en el Atlético y no hay esfuerzo que resuelva eso. Juega con deseo, todos sus planes pasan por la pelota y la inteligencia de Diego, que pertenece a una categoría superior. Pero el Racing, un equipo que es una limitación en sí mismo, encontró su respuesta. Entre Toño y los postes se mostraron infranqueables. Fue lo único que detuvo a Diego. Un futbolista primoroso, sobre todo en la segunda parte, cuando no admitió patadas que le cortasen el paso. Jugó sin preocupaciones a pie de área e hizo de todo. Tiró a portería y provocó varias paredes en la que sólo encontró un problema. Sus compañeros no estuvieron a la altura. Y entre ellos Falcao, que se portó como un delantero vulgar en una tarde en la que pudo hacer riqueza. Tampoco Adrián ascendió de categoría. Entre todas las paradas que hizo Toño, las más fáciles fueron las suyas. Tiró sin exigencia, incluso cuando tuvo el tiempo a su favor. A los 38 minutos, totalmente solo en el área, pudo hasta pedir cita para la próxima declaración de Hacienda. Sin embargo, permitió que el pie izquierdo de Toño le dejase sin nada.

Fue un partido de contrastes, que necesitó un solo campo. La pelota fue siempre del Atlético, que avasalló a un Racing que se retrasó hasta su portería. Allí no sólo encontró a Toño. También a un mariscal que fue Bernardo, el central de la coleta, la camiseta de manga corta y los guantes negros. Un tipo macizo y sin confusión, que seguramente hubiese regresado como un triunfador de Vietnam. Su pinta promete que no hay nadie tan importante como él. Y, desde luego, Falcao y Adrián respetaron esa idea y no se revolucionaron. Jugaron con la vulgaridad que no mereció Diego. Ni siquiera Tiago, que en su último acto de servicio, antes de lesionarse, le puso un taconazo sin corrupción a Adrián. La corrupción fue que Adrián lo fallase.

El Racing hizo un trabajo de obra, sin derechos de autor con la pelota. Diop no encontró el modo de recuperarla. Adrián se resumió a dos cositas. Stuani no chocó con nadie: no disfrutó de esa oportunidad. Jairo tampoco probó a Juanfran, que, naturalmente, se unió a la masacre. Y también encontró situaciones ventajosas para el grupo. Son carreras con juicio las suyas. Pero el gol nunca cambió de opinión. Se movilizó en los brazos de Toño, un hombre que regresó al pasado cuando los porteros no se separaban del larguero. Su inspiración duró hasta el último minuto, hasta ese disparo de Pizzi en medio de la multitud. Fue la última opción del Atlético, un tiro lejano y sin tiempo, la única vez que el equipo se enganchó a la desesperación.

Antes, no. Antes, jugó con la cabeza en el área e inteligencia con la pelota. Tampoco perdió la paciencia en una tarde que resultó una pesadez. Cada jugada ordenó un trabajo cerebral importante. Era como volver a empezar entre montañas de defensas. La rutina pudo con Turan, que se retiró en la segunda parte, pero no con Diego. En realidad, no hubo manera de sacar de quicio a este hombre. Con el balón en el suelo, fue una lección. Es posible que no lo perdiese nunca. Tiró dos postes, le puso un gol en los labios a Filipe y otro a Adrián, que se portaron como mártires. Todo eso motivó al portero del Racing hasta lo inhumano. Nada nuevo en Santander. Toño ha ganado muchos puntos.

Racing: Toño; Álvaro, Torrejón, Bernardo, Cisma; Dip, Gullón; Arana (Acosta, m. 58), Adrián (Munitis, m. 68), Jairo; y Stuani (Babacar, m. 82).

Atlético: Courtois; Juanfran, Perea, Domínguez, Fillipe; Tiago (Mario, m. 44), Gabi; Adrián, Diego, Turan (Pizzi, m. 69); y Falcao.

Árbitro: Estrada. Amonestó a Filipe, Diop, Tiago, Turan, Stuani, Gabi y Munitis.

El Sardinero: 12.328 espectadores.  

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