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Guardiola pone fin a su travesia del desierto

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Durante los seis últimos años, Pep Guardiola ha atravesado el desierto de los juzgados, el dopaje y la incomprensión. Ha removido cielo y tierra, ha tenido cientos de reuniones y ha pasado numerosas pruebas para demostrar que quien le acusó, el 24 de noviembre de 2001, de haberse dopado con nandrolona, al mes de llegar a Italia para jugar con el Brescia, se equivocó.

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Ayer, el Tribunal de Apelación le dio la razón. "Es una absolución muy amplia y evidencia, a falta de las motivaciones (se conocerán en un mes), que Pep no se ha dopado nunca", explicó su abogado.

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Era el último recurso que le quedaba a Guardiola, la última oportunidad que tenía para disociar su nombre del dopaje. Y lo consiguió.

Lección de vida

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El ex centrocampista de Barcelona, Brescia y Roma puso fin a su solitario y penoso periplo de más de medio lustro y se sintió feliz. O algo así. "Esto es como lo de ser padre: sólo sabes lo que se siente si lo eres", señaló Guardiola a este diario. "Sobre todo, estoy satisfecho de haber persistido, de no haberme rendido porque, al final, cuando luchas por una cosa, la acabas consiguiendo. Es una lección de vida".

En 2001, el Comité de Disciplina italiano había suspendido a Guardiola por cuatro meses y le había impuesto 50.000 euros de multa por haber dado positivo de nandrolona. En 2005, un juzgado de primera instancia le condenó a siete meses de prisión, con la condicional.

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El actual técnico del Barça B no se rindió y recurrió de nuevo. Con la ayuda de los médicos Jordi Segura y Francesco Botre, ayer probó su inocencia. "La justicia deportiva tiene que aprender que no se puede acusar así, sin respetar la presunción de inocencia", concluyó.

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