Este artículo se publicó hace 14 años.
La herencia de Luis
José Miguélez
Luis ya no está. Pero esta ilusión también es suya. Nació con él, cuando decidió que se podía aspirar a reunir todo el talento en un mismo equipo, pese a los prejuicios, la estatura y la falta de músculo. Pese a la formación física de base, como describe su particular diccionario. Ahora se ve normal y hasta recomendable, pero por entonces, hace apenas dos años, ni el Barça se atrevía a tanto (Deco estaba por delante de Iniesta y a los jugones les custodiaba en el mediocampo Márquez o uno de su especie).
Luis ya no está. Pero esta ambición también es suya. Nació con él, cuando logró convencer al futbolista español y sus alrededores, tradicionalmente acomplejados, que se podía ganar, ganar y volver a ganar. Incluso sin Raúl, al que dilapidó para conquistar la confianza ciega y el afecto de los demás jugadores. Luis ya no está. Pero esta unión que hoy parece de roca es obra suya.
Ya no está. Pero su heredero, Del Bosque ha logrado que un poco sí siga. Porque su acierto ha sido apostar por la continuidad. Aportar su toque personal sin causar heridas ni destrozos, sin echar arena sobre la memoria de su antecesor. España aspira por fin de verdad a ganar el Mundial. Ya le toca. Y en parte, gracias a Luis. No conviene olvidarlo. Aunque a la vista ya no esté.
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