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Un héroe de Los Ángeles'84 obligado a reinventarse lejos de su hábitat

Aquella sala de estar de casa

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José Manuel Abascal levanta los brazos en la final de los 1.500 metros en Los Ángeles'84.

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MADRID.- La memoria perdió de una sola vez. El recuerdo no valía toda la vida. Ni siquiera en su tierra, la que le había prometido no olvidarse nunca de sus hazañas. “Pero la vida es así. Frente a la envidia no se puede luchar”, explica José Manuel Abascal (1958, Alceda, Santander) hoy, desde Calafell, a 800 kilómetros de Cantabria, “viajado como un emigrante” cuando ya casi no tenía ni edad ni idea de hacerlo. Llevaba 23 años de director de deportes en el Ayuntamiento de Santa Cruz de Bezana hasta esta nueva legislatura, en la que se juntaron cuatro grupos políticos, que decidieron “eliminar los cargos de confianza” y le eliminaron a él, que sintió el derecho de preguntar, “¿cuál es el problema?”

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“Podría vivir sin trabajar. Invertí. Ahorré. Compré pisos, apartamentos… Siempre fui un hombre austero, de vida sencilla, pero después de seis meses en paro me di cuenta de que aún no ha llegado el momento de parar"

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Tenía una nómina de 1.500 euros netos, el aprecio de la tierra y la admiración de atletas, profesionales y aficionados, que vivían al mito, al hombre que en 1984 formó junto a Sebastian Coe y Steve Cram un podio en 1.500 que entonces nos parecía inconcebible en el Memorial Coliseum de Los Ángeles, frente a 100.000 espectadores. Una carrera maravillosa, vecina hoy de la nostalgia, que a Coe y a Cram los hizo inmortales en Inglaterra, miembros del Parlamento, y que, sin embargo, a Abascal lo tiene hoy en un despacho de Calafell, un pueblo de Tarragona que cuando se enteró de que estaba desempleado le ofreció el cargo de director de deportes. “Podría vivir sin trabajar. Invertí. Ahorré. Compré pisos, apartamentos… Siempre fui un hombre austero, de vida sencilla, pero después de seis meses en paro me di cuenta de que aún no ha llegado el momento de parar. Aún es pronto para el descanso del guerrero. Todavía puedo aportar parte de lo que aprendí y por eso he venido a Calafell para recuperar la sonrisa perdida”.

Abascal, hoy en día en una pista de atletismo.

Aquella sala de estar de casa

No es esta, en cualquier caso, la conversación que necesitaba Abascal, una herida que no ha curado tras 23 años. “No, no, todo lo que yo he hecho por mí o por mi tierra aquí, en España, no te da derecho a nada. Ni siquiera en aquellos años coticé a la Seguridad Social y ahora, cuando ha pasado esto, he descubierto que en el fondo no era más que un soldado raso”. Quizá porque la memoria a veces es así, “descarada como el desconocimiento”, incapaz de inmortalizar a casi nadie en vida. “No, hombre no”, replica.

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“Yo nunca me sentí inmortal, pero es verdad que al volver a España y bajar del avión me di cuenta de que había hecho algo importante. Todos los periodistas se abalanzaron hacia mi, que había sido la única medalla individual en esos Juegos de Los Ángeles"

“Yo nunca me sentí inmortal, pero es verdad que al volver a España y bajar del avión me di cuenta de que había hecho algo importante. Todos los periodistas se abalanzaron hacia mi, que había sido la única medalla individual en esos Juegos de Los Ángeles, y allí estaban los de baloncesto, que habían logrado la plata. Y, sin embargo, venían a por mí…”

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"Al principio, para tener un dinero, recuerdo que iba a descargar sacos de azúcar al puerto y que los ocho años que precedieron a los JJOO daba clases de educación física ocho horas diarias"

El caso era que todo eso forma parte hoy de las memorias de un hombre que, según él, ya no vale para su tierra. “Al menos, eso me han hecho pensar. Pero supongo que esto es un reflejo de la vida que te deja caer y te pide que te levantes como me pasó a mí tantas veces en el atletismo. Yo no era un gran talento. Mi familia tampoco tenía grandes posibilidades económicas. Al principio, para tener un dinero, recuerdo que iba a descargar sacos de azúcar al puerto y que los ocho años que precedieron a los JJOO daba clases de educación física ocho horas diarias en un colegio, algo que hoy se lo dices a un atleta de elite y sería impensable”.

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