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Interinos: los héroes del silencio

No le merece la pena

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Voro, durante el partido del Valencia el pasado fin de semana. EFE/JuanJo Martín

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MADRID.- En un mundo laboral en el que es un problema ser interino, el fútbol vuelve a ser una excepción. No hay puesto más seguro ni más cómodo que ese en los clubes. Sobreviven a generaciones de entrenadores y no dejan de pertenecer a las clases activas hasta el día que se jubilan como pasó en el Real Madrid con Molowny, el padre espiritual de este puesto. El verdadero precursor de este tipo de trabajadores venidos al mundo con una varita mágica para corregir resultados catastróficos sin necesidad de pedir paciencia. Hoy es Voro en el Valencia quien retrata este fenómeno con angustiosa precisión. Antes de apropiarse de la victoria, ya reivindicó que su puesto no es ése, que él sólo es una idea provisional y que su condición de interino es sagrada. Así que no le concedió permiso a nadie para quitársela.

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Siempre hay alguno que se cansa, como pasó con Del Bosque en el Madrid y decidió arriesgar esa vida que llevaba a la sombra. Pero entre el gremio de los interinos eso no es lo más corriente. Se trata de un trabajo que les permite no cambiar de por vida de domicilio, exponerse lo justo a la opinión pública y la posibilidad de regresar a talleres cuando pase la tormenta. En el fútbol, los interinos no son como en los hospitales, en los ministerios o en cualquier Instituto de Educación Secundaria. No se sienten angustiados por sacar las oposiciones que aún no aprobaron. Su contrato tampoco está destinado a agotarse, sino a perdurar hasta el día del juicio final. Su imagen no se expone a la fatiga y tal vez por ahí se explique que tengan una varita mágica o que a veces generen fenomenales adhesiones del público como pasó con Nando Yosu en el Racing y va a acabar pasando con Voro en el Valencia.

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No le merece la pena

No se sabe, por lo tanto, si son unos privilegiados, si su trabajo es tan fácil o si han de soportar lo que usted o yo no soportaríamos. No se sabe porque no acostumbran a conceder entrevistas con la excusa de que ellos no tienen nada que contar. El interino, en realidad, es un extraño personaje en el fútbol, un entrenador de repuesto sin hambre de fama ni de comprarse un chalet en La Moraleja. Un tipo de gente distinto, capaz de sobrevivir entre aduladores profesionales y que no se deja engatusar por la tentación de fotografiarse cada fin de semana en un banquillo, donde la vida es tan peligrosa. No le merece la pena.

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