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Un juego de niños

Liderado por Iniesta y Messi, el Barcelona se mantiene líder de su grupo, empatado con el Milan, después de un escaso triunfo sobre el Viktoria. Negado de cara al gol el argentino, Villa remata la contienda

NOELIA ROMÁN

Disfrazados de futbolistas profesionales, Andrés Iniesta y Leo Messi convirtieron un simple juego de niños en todo un partido de Champions. Aleccionados por Pep Guardiola, el manchego y La Pulga fueron respetuosos con el rival, el inofensivo Vitkoria Plzen, y revistieron de solemnidad lo que para ellos fue una auténtica fiesta. Pese a lo rácano del marcador. Los números no siempre explican lo que sucede. Fue un baño de fútbol, sólo matizado por la contumacia azulgrana ante el gol. Pese a ella, el Barça colidera con el el Milan el grupo que cierran, sin puntos, los checos.

Empeñado en evitar el sonrojo, se defendió como pudo el conjunto de Pavel Vrba frente a la oleada ofensiva del Barça. Guardiola había solicitado una victoria para despejar la clasificación del Barcelona hacia los octavos de final del torneo europeo y, dispuesto en el tradicional 4-3-3 para evitar el inexistente peligro de los extremos checos, el equipo cumplió. Con pocas rotaciones en el once más habitual (Adriano fue la principal novedad), el Barça apareció un tanto obtuso. Pero como encarriló pronto el encuentro, el resto fue pura diversión.

Empeñado en no encajar una goleada, el Viktoria no chutó ni una sola vez 

Como si jugaran solos, Messi e Iniesta hicieron lo que quisieron, cuando quisieron y como quisieron. En el caso del argentino, todo menos lo que a menudo le sobra: gol. Hasta 11 oportunidades se inventó La Pulga para no recoger nada. Imaginativo y mucho más eficaz, Iniesta apenas necesitó diez minutos para levantar al Camp Nou. ‘¡Iniesta, Iniesta!' se arrancó la hinchada. El manchego acababa de culminar con un gol de fábula el desafortundado arranque del Barça. Con los papeles intercambiados, Messi e Iniesta protagonizaron un calco del primer gol ante el Racing, un tuya-mía que esta vez concluyó el manchego con un sutil toque de derecha y un preciso zurdazo al primer palo de Cech.

Atrás quedaban, en los primeros dos minutos de partido, las ocasiones desperdiciadas por Pedro y Alves. Luego, vendrían muchas más. La mayoría de Messi, empeñado en redondear su actuación estrenándose en el club de los 40. Sólo un tanto necesitaba el argentino para abrir la cuarta decena de dianas en Europa. No lo logró. Los genios también pierden la inspiración.

Cuanto más lo intentó La Pulga, más se le negó. Ora el palo, ora el pie de un defensa, ora el desvío de su prisma. Como el penalti tampoco le llegó -el árbitro pitó fuera de juego después de que el argentino fuera derribado en el área, tras otra jugada con Iniesta-, Messi se obsesionó. La segunda parte del Barça, más ordenado y siempre trabajador, resultó un monólogo inútil del argentino con la portería checa. Hasta que Villa se cansó. Y culminó la victoria azulgrana enmendando el enésimo fallo de Messi.

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