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Klose cambia de oficio

Dos goles de Podolski aúpan a Alemania, que encuentra en su viejo ‘9’ al mejor asistente.

JOSÉ MIGUÉLEZ

Alemania gana por abajo. Sigue con su cuota de balones bombeados al área, pero como desnudó a Polonia fue por abajo. Con pases interiores que rasgaron la defectuosa línea defensiva tirada por Beenhakker. Klose, un viejo gladiador que construyó su leyenda a golpe de testarazos, fue el que mejor interpretó los espacios que el rival le descubría a su espalda. Ballack primero y Mario Gómez después conectaron en el momento preciso con sus desmarques. Y en todos resolvió de la misma manera. Con generosidad. Invitando al portero a cerrarle el tiro y dejando la pelota libre y mansa a un lado para que un compañero la empujara. Gómez, el pánzer de origen granadino, aún le pide explicaciones a su bota de cómo el balón se escapó fuera. Podolski, en cambio, no perdonó. No pasaban 20 minutos y Alemania ya ganaba. Suficiente.

Es candidata a la corona. Navega por el costado tranquilo del cuadro y se la ve ambiciosa. Tiene determinación y mecánica, unas fórmulas de ataque muy aprendidas que reproduce con su clásica insistencia. Polonia sufrió frente a todas ellas. Por el centro, enredado ante los movimientos invertidos de Ballack y Gómez. Y por los costados, especialmente el derecho, por donde Fritz entró una y otra vez como un huracán. Buscó el desborde y el fondo y se esforzó en no regalar la pelota en el pase, por no quitársela de encima. Los centros hacia atrás y por el suelo fueron siempre cargados de intención.

Polonia jugó con atrevimiento. Y su saludable propuesta también metió en problemas a los de Low. Le faltó puntería. O quizás tranquilidad. Porque a sus delanteros se les encogió el pie justo en el momento que no tocaba. Kryzynowek mandó a la grada un balón suelto que le regaló Lehmann, tras comerse a su compañero Mertesacker, en un centro aún con empate a cero. Y Zuruawski desperdició un caramelo que le envió Lobodzinski desde la derecha. Buen futbolista el extremo polaco. Jansen no consiguió cerrarle la ventana.

La insistencia germana desapareció en la segunda mitad. Tan a gusto se estaba debajo del resultado y tantos avisos había dado Polonia de su velocidad, que Low entregó la iniciativa a Polonia. Una forma de ahorrar energía y cerrar agujeros. Un riesgo, en el fondo, porque el enemigo vive más cerca de tu portería. Pero con el paso atrás, la verdad, Alemania sufrió menos. El cambio de Fritz fue más que una señal. Marcó la hora exacta del fin del juego arrollador. Alemania se volvió más Alemania. Más especulativa y pesada. Los ataques, esporádicos, volvieron a mirar al cielo. Pero la vieja fórmula del balón colgado hizo que se echara de menos su juego raseado del primer tiempo.

Cuando a Lobodzinski se le acabó el oxígeno, Polonia izó la bandera blanca. Alemania se limitó ya a dormir el juego y a buscar la sentencia, pero sin arriesgar. La encontró en una ruda volea de Podolski. El balón le llegó de Klose: el viejo goleador quería tirar, pifió y le salió una asistencia. Otra señal inequívoca. El 9 se vuelve pasador. Klose cambia de oficio.

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