Este artículo se publicó hace 13 años.
L'Angliru desnuda a Cobo
El corredor cántabro conquista la mítica cima asturiana tras sopesar retirarse del ciclismo
"La bicicleta no es mi pasión, es mi deporte, mi trabajo". El L'Angliru desnuda el alma, hasta la de los ganadores. Cobo llegó a la cima tan exhausto que sólo le quedaban gramos de verdad y el maillot rojo de líder que lucirá a partir de mañana. En junio meditaba abandonar el ciclismo y le brotó del páncreas esa frase tan lacónica que comparten muchos ciclistas. Entre ellos, Freire, su paisano. Un ganador. La afirmación de Cobo tiene que ver con el sufrimiento y el sacrificio. Valores que poblaron el ciclismo de mitos fundidos con la épica, sensaciones que generaban el mismo respeto hacia los héroes que hacia los anónimos.
Esperemos que los laboratorios no digan luego que esta etapa fue mentirosa y tramposa, que el punto de recelo con el que el ciclismo se ha obligado a ser mirado desde afuera, no se confirme una vez más como ha sucedió tantas otras veces desde que la barra libre farmacéutica ni siquiera ya era noticia.
La grandiosidad de la etapa la reforzaron sus secuencias, aunque la empañaron los incontrolados que se olvidan de las cunetas para cerrar el paso a deportistas que van al límite o simplemente ya no van. Cuerpos encima de una bicicleta, convertidos en autómatas que sólo reconocen sus pulsaciones y el dolor en las piernas a los que un breve desequilibrio puede desplomarles en el suelo.
Hubo tiempo, aunque breve, para todo tipo de reclamaciones y reivindicaciones de equipos y corredores hasta que se produjo el mano a mano final entre Cobo y Wiggins. Uno, desafiando la montaña con un pedaleo ligero, en el que los watios que movía tenían mucho que ver con esa alegre frecuencia de pedalada. El otro, Wiggins, reptando por esas rampas de más del 20 %, arrastrándose con un movimiento sinuoso que iba de los riñones a los hombros. L'Angliru desnuda el alma y también hace explotar cada músculo donde el corredor pueda arañar un gramo de fuerza. Antes de esos esfuerzos, Wiggins también llevaba un aire ligero en su movimiento de piernas.
Hasta que Cobo y Wiggins se midieron con la niebla de fondo, la etapa reina de esta Vuelta fue un gran vodevil de personajes colectivos e individuales. Todos fugaces y embalados, pero orgullosos. Primero el Vacansoleil. Hora punta en la Vuelta. La etapa reina. Un falso llano importante antes del Cordal. Kilómetros para que luzca el jersey de los equipos que no han hecho ruido de podio. Todos en fila. Una locomotora incontestable al menos en ese tramo. Hasta para figurar en esos planos, a veces hay codazos en el pelotón. El Vacansoleil se ganó esos minutos publicitario con ese ritmo infernal. Hasta que aparecieron las primeras rampas del Cordal. Fue el momento para Moncoutie, Martin, Sastre y Brushegin. Cuatro notables sin mucho que decir en la general. Sólo Sastre pintó algo más adelante en la etapa como compañero de Cobo.
Se comió a ese cuarteto el Liquigas, interesado en forzar primero la carrera en el descenso previo al L'Angliru. Todo por Nibali, tocado en La Farrapona. Rematado hoy, por el mismo ritmo infernal que impusieron sus compañeros en las primeras rampas de L'Angliru. Iban a la caza de Sastre, que lució para Cobo sus piernas de ganador de Tour y su talla de campeón hasta la mitad de la ascensión.
Sastre, el orgullo humildeNo se había visto a Sastre tan agresivo en una etapa de alta montaña desde que ganó el Tour de 2008. Sabía que moriría en cuanto empezaran esas primeras cuestas de más del 20 % a partir del kilómetro cinco de ascensión. A él, otro ganador, L'Angliru también le desnudó la edad y le dejó sólo con el orgullo y la solidaridad hacia a su líder.
El ataque de Sastre sirvió para quemar las últimas balas de fogueo. Para que aparecieran los últimos personajes del vodevil. El Euskaltel y Antón, por ejemplo. Todos se descargaron de energías. El último Wiggins, que había montado un 38 por 32 para trepar ligero cuando llegara la Cueña les Cabres al 23% en los tres kilómetros finales. Se atrancó tanto que su compañero Froome se liberó de las cadenas. Quién sabe si la general sería suya sin haber tenido que trabajar tanto para su líder. Ahora es segundo en la general a 20 segundos de Cobo que se presentó en la Cueña les Cabres en solitario con un 34 por 32. Otra combinación para batir las piernas con una alta frecuencia. En cualquier caso, desarrollos para sufrir en una montaña justiciera. Para decir, que "el ciclismo no es mi pasión, es mi deporte, mi trabajo". L'Angliru desnuda hasta a los ganadores...
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