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La mancha del racismo

El fútbol británico mantiene una política de tolerancia cero con el racismo

IÑIGO SÁENZ DE UGARTE

En el Reino Unido aún se recuerda el lamentable espectáculo que dieron muchos espectadores en el Santiago Bernabéu en un partido amistoso de las selecciones española e inglesa celebrado en 2004. Fue un ejemplo de racismo de manual contra los jugadores negros ingleses que en España se consideró un hecho casi anecdótico. Como suelen hacer los culpables, la gente se apresuró a responder con un ataque: no sólo no somos racistas, sino que los racistas son ellos.

Hay dos incidentes recientes que en teoría podrían confirmar esa imputación. Diouf, jugador senegalés del Blackburn, fue acusado de lanzar un insulto racista a un recogepelotas de 14 años en el campo del Everton. A su vez, Diouf dijo al final del partido que los aficionados del rival le habían arrojado plátanos. Primer detalle interesante: el personal del Everton no se lo tomó a broma y buscó por el campo pruebas del hecho. No encontró ninguna. Pueden estar seguros de que en caso contrario las habrían entregado a la Policía. De hecho, los agentes están investigando el caso del insulto al niño.

En el campo del Stoke City, no fue necesario indagar. Un aficionado del equipo local insultó a un jugador negro del Blackpool. Segundo detalle: el presidente del club pidió disculpas a la víctima en un comunicado y prometió mano dura con el agresor, que había sido detenido por la Policía. Esa es la diferencia con los clubes españoles. Los directivos británicos no miran para otro lado, como se hizo durante años en España con los desmanes de los grupos ultras. No alegan que los insultos proceden de un grupo reducido. No dicen que ese es un problema de la sociedad ante el que ellos poco pueden hacer. Y no se niegan a asumir la responsabilidad, porque a fin de cuentas son ellos los que dirigen el circo y tienen la obligación de controlar a las fieras.

Y, como revela el caso del Stoke City, no vale la disculpa de achacarlo todo a una minoría que no representa al club. No hay grupo más reducido que el que forma una sola persona. El racismo es una mancha que se extiende con facilidad cuando se la ignora. Dudo de que se pueda eliminar si decenas de miles de personas se reúnen en un estadio y liberan allí todas sus emociones, las buenas y las malas.

La diferencia estriba en la reacción de las autoridades y del mensaje que éstas se han tenido que molestar en difundir durante mucho tiempo. Es algo difícil de entender en España, donde se piensa que el racismo es siempre un problema de los otros.

En el Reino Unido son muy conscientes de que esas excusas son inaceptables. La Federación inició hace 16 años su campaña contra el racismo. No ha conseguido que estos incidentes hayan desaparecido pero ahora no son tan frecuentes ni reciben como respuesta una sonrisa cómplice. Ya no se habla del tema en voz baja.

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