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McCalebb, el primer y el último macedonio

N. ROMÁN

Lester Bo McCalebb, un tipo negro de Nueva Orleans, de 178 centímetros y una metralleta por muñeca, ha puesto en pie a Macedonia, el tercer gajo de la antigua Yugoslavia en reivindicar su singularidad cuando los Balcanes se convirtieron en un polvorín sangriento. Esta tarde, buena parte de los algo más de dos millones de habitantes que componen el país estarán pendientes de ese estadounidense que, hace poco más de un año, decidió adoptar la bandera roja y amarilla para colocarla entre los grandes del baloncesto continental. Nadie lo sospechaba entonces. Casi nadie en el inicio del Europeo. Rodeada de gigantes en el deporte de la canasta (Serbia y Grecia), Macedonia convivía con el anonimato sin mayores problemas.

Pero McClebb decidió que había llegado la hora de emular a las repúblicas vecinas y, como segundo mejor anotador de la fase de clasificación, condujo a Macedonia hasta este Europeo. Ya en Lituania, el grupo de Marin Dokuzovski ha probado ser algo más que los 20 puntos, tres rebotes y cuatro asistencias que promedia su base nacionalizado. Junto a él, Ilievski ha demostrado todo lo que le faltó en el Barça: liderazgo y temple, especialmente en los minutos finales. Antic y Samardziskim conforman un muro de contención en la pintura. Y Vojdan Stojanovski se maneja con el con el triple de modo interesante (42% de acierto).

Así, Macedonia ha derrotado a todos sus vecinos: Croacia, Grecia, Eslovenia y Lituania, la victoria más inesperada. Así, sueña con vencer a España, un referente inalcanzable. “Su defensa es muy sólida y fuerzan a los pívots rivales a defender muy lejos del aro”, disecciona Sergio Scariolo. “Y McClebb es un crack, no sé si el mejor o el segundo mejor de Europa”, concede el seleccionador ante el último macedonio que pretende ser el primero.

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