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Las medallas salidas de un record guiness de batería

Salvador Niebla llegó a las piscinas después de estar 27 horas seguidas tocando la batería, y su música se adapta a las coreografías que crea Ana Tarrés

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Concibe la natación sincronizada como un devenir de sinergias con un punto común: la contemplación del mundo. Porque para Ana Tarrés, seleccionadora nacional de esta disciplina, en todo hay una coreografía.

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"A veces es horroroso porque estoy viendo un espectáculo y no puedo parar de pensar en cómo aplicarlo en la piscina", explica. De hecho, la entrada en el agua del Africano, el ejercicio con el que el equipo logró el oro en los Europeos de Eindhoven, es una adaptación de algunos movimientos del Circo del Sol.

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En su filosofía sólo existe un concepto: innovación. Una búsqueda que comenzó en el año 2000, cuando confeccionó su primera coreografía especial para el preolímpico de Sidney.

El objetivo, por aquellas fechas, era mejorar el octavo puesto en el ránking a costa de Italia. "Tenía la idea de hacer algo muy español, ligado al flamenco, pero no la típica música que se puede comprar en El Corte Inglés", asegura. En ese camino por buscar la diferencia, Ana se asoció con Salvador Niebla. El músico que se acercó a las piscinas después de establecer un particular record guiness: veintisiete horas consecutivas tocando la batería.

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A partir de entonces, la música se puso al servicio del movimiento para crear historias. Al Miedo, le sucedieron las coreografías del Circo, el Dalí, hasta llegar al Africano. En todas ellas, el proceso creativo es el mismo: de las partes, al todo. "Primero, montamos las figuras y movimientos de las piernas sin ninguna música específica. Las chicas tienen libertad para hacer lo que les provoque la música en cada momento", explica Tarrés. En ese taller de improvisación se realiza la primera criba. "Los ejercicios que más nos gustan los aplicamos a la música buena", continúa. Lo mismo sucede con los brazos, los desplazamientos y las acrobacias. A partir de esta primera selección de movimientos, el vídeo empieza a alterar la música. "Muchas veces le pido a Salvador que varíe un compás porque nos viene mejor para poder ejecutar una patada o una acrobacia", asegura Tarrés.

Seis meses de definición

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Los inputs propios de cada historia también influyen en la música. "Con el Africano, estuvimos un día ocho horas para amoldar lo que nos enseñaron unos bailarines senegaleses a la piscina al ritmo de los timbales. Como la danza tenía muchas patadas pues Salvador tuvo que cambiar compases para meter más percusión", explica Tarrés, quien controla bien los tempos. "Necesitamos seis meses para definir una coreografía y un año para que sea totalmente competitiva", corrobora. En ese proceso se encuentra el Africano. El oro de Eindhoven, a su juicio, merece autocrítica. "Hay que hacer algún pequeño cambio puntual para mejorar la sincronización". Más dura es Tarrés en la valoración de la rutina libre del equipo. "No me quedé satisfecha", confirma. Para el preolímpico, su idea es ralentizar la música de Happy Feet, una opción que apareció por descarte. "Quería hacer algo con hip hop, pero no encontré la música adecuada", se lamenta Tarrés.

Hasta los Juegos de Pekín, la exigencia en su organigrama de trabajo es máxima. "El signo de identidad del equipo español es la innovación", explica. Una máxima que, en ocasiones, trasciende de lo deportivo. Mientras, Mengual, Tirados, Andrea Fuentes y el resto del equipo reclamaban ayer su protagonismo en la terminal de llegadas de El Prat, la seleccionadora nacional hablaba, por primera vez, de su último sueño: un bañador que cambia de color según avanza la coreografía. "Hoy (por ayer), una persona de mi equipo se ha reunido con la empresa Leitat, que está en Terrassa, para empezar a hablar de este proyecto. Ellos se dedican a la investigación de tejidos y piensan, que con la fibra óptica, se podría conseguir. Si así fuera, tendríamos que cambiar las lentejuelas por la fibra óptica", explica Tarrés.

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Situaciones de ansiedad

En lo que no permite intromisiones externas es en la convivencia del grupo. "Existe una magia y la gente que entra en el equipo sabe cuáles son las reglas del juego". En su decálogo, el colectivo prima sobre lo individual. "Mengual es nuestra estrella y el grupo lo acepta porque sabe aprovecharse de ella para mejorar al colectivo". Una afirmación que se ha confirmado en estos Europeos, donde Tarrés ha variado su política de rotaciones para comprobar cómo las nadadoras manejan las situaciones de ansiedad. "Hasta la noche de antes, no les decía quiénes iban a nadar. Así las mantenía en tensión ante posibles lesiones. Por eso realicé tantas rotaciones entre las eliminatorias y la final. La que entre tiene que estar preparada para el desafío". En Pekín será el oro. Y, esta vez, sí estará Rusia.

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