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Modric, para curar al enfermo

ALFREDO VARONA

Luka Modric (Zadar, 1985) es croata cromo Prosinecki, pero no se asusten. Veinte años después, no vuelve al Madrid Prosinecki, un hombre anárquico, como la vida misma y que no aguantaba más de un mes sin lesionarse. Viene Modric, que en aquella época vivía en Zadar. Coincidió con la guerra de los Balcanes, en la que se perdió a su abuelo y echó de menos a su padre, empleado del aeropuerto, que se alistó al ejército. Aun así, el niño recuerda que su madre, costurera, siempre le ayudó a encontrar el optimismo. Por eso Modric, a punto de cumplir 27 años, es un tipo práctico que no se desanimará si empieza de suplente en el Madrid. No viene con la categoría de titular, y lo sabe, pero no le importa. Es un nuevo desafío. Su vida no será como en el Tottenham o en la selección croata, donde se le pide opinión para todo. Al menos, con la pelota con la que Modric se siente capaz de cambiar el mundo. El primer sueldo que ganó en el Inter de Zapresic lo dedicó a comprar un piso a sus padres.

Su infancia fue dura. Vivió en hoteles y jugó al fútbol entre escombros, no siempre en campos de hierba, lo que refuerza a un joven que, a los 16 años, ya fue titular en el Dinamo de Zagreb. A los 21, derrotó con Croacia a Inglaterra en Wembey en un partido maravilloso. Un año después, impuso su estilo en la Eurocopa 2008 que lo eligió como la gran revelación del equipo de Slaven Bilic, un entrenador con una influencia decisiva en la vida de Modric. Guitarrista de una banda de rock, antes de los partidos, Bilic anula los silencios del vestuario con música de Iron Maiden, Arctic Monkeys o la de Red Hot Chili Peppers, un poco más suave. Bilic convenció a Modric que entre el fútbol y la música 'hay una gran conexión, porque ambas son disciplinas muy emocionales'. El día que Modric le escuchó decir, 'quiero que ataquemos como una banda de rock', no lo olvidó nunca. 'Cada ataque debe ser como una descarga'. Y Modric lo demuestra, sobre todo en momentos de máxima agonía como el último España-Croacia de la Eurocopa. El partido estaba en el alambre cuando Modric inventó una jugada imposible y colocó un balón perfecto de gol a Ravkitic que Casillas evitó milagrosamente.

A partir de ahí, es más fácil clasificar a Modric, un futbolista inteligente, que deberá contestar a una pregunta universal: '¿Qué puedes aportar a un equipo como el Madrid que, antes de llegar tú, se ha gastado 461 millones de euros en fichajes?' Para empezar, Luka podrá reivindicar que él ya ha costado 30 en época de crisis, que ha sido uno de los mejores futbolistas de la Premier y que hay cosas suyas que procuran la comparación con Johan Cruyff. Modric es un futbolista que llega al Madrid para encontrar la pausa, el último pase en un equipo directo como le gusta a Mourinho, en el que nadie que no sea Xabi Alonso invierte más tiempo del necesario en pensar. Pero Modric, que ha sido capaz de bajar el balón a la hierba en una liga tan física como la Premier, no se asusta por nada. Viene a por todo después de enamorar al norte de Londres en White Harte Line. 'Nació con esa habilidad para elegir la mejor opción', dice de él Poyet, ex jugador del Zaragoza y actual entrenador del Brighton, que coincidió con Modric en el Tottenham. 'No va a cambiar a un equipo, pero sí lo va a mejorar', añade Redknapp, otro de sus entrenadores en Inglaterra, que jamás dudó que Modric merecía algo más que los Spurs. '¿Por qué no el Madrid? Sí, claro'.

La duda es si se acostumbrará a su nuevo status en Chamartín o si influirá tanto en el juego que, desde el primer día, será imprescindible. De momento, Modric llega a un Madrid que no ha podido empezar peor y en el que Mourinho habla de 'derrotas inaceptables'. Él también ha tenido tiempo de sobra para pensarlo. Ha ido más de un mes de negociación, en el que ha entrenado en la soledad que, como le dice su querido Slaven Bilic, también es importante para el futbolista. 'Te ayuda a encontrarte'. Y, sobre todo, a averiguar lo que realmente deseas hacer con tu vida. Y Modric siempre tuvo claro que su vida debería estar en el Madrid las cinco próximas temporadas, aunque sólo sea para mejorar la aciaga memoria de Prosinecki. Y recordar que los croatas son los brasileños de Europa.

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