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Nadal conoce el sufrimiento

El español vence (7-6, 3-6 y 6-3) en un partido en el que fue a remolque de Gulbis. Moyá y Verdasco cayeron en su estreno en el Masters de Madrid

GONZALO CABEZA

Lo más llamativo de Gulbis es el sonido de su derecha. Cuando la pelota impacta con el cordaje de su raqueta se escucha un golpe seco, poderoso, de esos que sabes que si va dentro de la cancha, hacen daño. Pocos pueden imaginar que esa virulencia surge de un chico de veinte años, espigado pero no fuerte. Lamentablemente para su juego, su cabeza no siempre acompaña a los golpes que puede realizar.

Si sus bolas caminan a lugar seguro el rival pasará las de Caín para devolverlas. Eso suponiendo que haya conseguido sobrevivir a esos saques que sobrepasan con holgura los 200 kilómetros a la hora. Pero en más ocasiones de las deseables sus pelotas se van inexpicablemente más allá de la línea. O se quedan dormitando en su lado de la red. Puede ser un problema de juventud, pero es peligroso para su juego.

En el primer set, por ejemplo, se descompuso cuando sacaba para ponerse 6-5 arriba, lo que hubiese supuesto, al menos, ir al tie break. Dos dobles faltas en un juego decisivo fueron aprovechadas por Nadal, al que nadie recuerda despreciando regalos del otro lado de la pista. Un luchado 7-6 para Rafa. En el segundo, Gulbis no tuvo motivos para pasar nervios y sacó el parcial con solvencia (6-3). El letón dio lo mejor de si mismo y Nadal no pudo dar la talla.

Fue todo el rato a rebufo de los palos que soltaba su oponente, que le obligaban a jugar a varios metros de la línea de fondo. Ese lugar en el que atinar con las líneas del contrario es más difícil. Parecía el español contrariado, incluso molesto en el Madrid Arena. El ritmo recaía en la raqueta del letón que obligaba constantemente a Nadal a cometer fallos que, poco a poco, iban minando su camino hacia la victoria.

Las cosas no parecían mejorar en el tercero. Nadal servía para ponerse 2-1 y, sí, lo consiguió, pero con sangre sudor y lágrimas por el camino. Gulbis sonreía, Nadal sólo sufría. Ese juego que tanto costó, sin embargo, resultó ser un punto de inflexión. Gulbis, de nuevo, dejó de creérselo y empezó a tirar pelotas a la red. Rafa había retomado las riendas del resultado sin necesidad de hacerlo en el juego, todo era cosa del letón, incapaz de dar el salto definitivo para ganar al número 1.

Nadal demostró saber sufrir, la mayoría se hubiesen dado por vencidos viendo el control de la situación que llegó a tener Gulbis. El español, sin embargo, no se amedrenta por esas cosas, disfruta con los retos y sabe que, incluso en los días de más sufrimiento, es capaz de terminar por encima. En su próximo partido volverá a tenerlo difícil. Se enfrenta al genial Richard Gasquet.

El día no iba bien para los españoles. Moyá había dado una muestra más de su reciente debilidad contra Kohlschreiber, que le borró del mapa madrileño en dos sets. Una ruptura tempranera en cada parcial mató a Moyá, que ya piensa que el año próximo quizá será el último como profesional.

Más inesperada fue la derrota de Verdasco. El madrileño está cuajando un año sólido, con buenas actuaciones y parece asentado en el tenis mundial, pero ayer se cortocircuitó contra Cilic, un sacador que no le dio opciones. La nota alegre la puso Granollers, que, tras deshacerse de Ljubicic en la previa, ayer pudo con el francés Mathieu. Su siguiente obstáculo, Tsonga, parece difícil.

El Madrid Arena también vio pasearse a Murray, que parece encontrarse bien, lo que le convierte automáticamente en un difícil rival. Afortunadamente para Nadal, camina por el lado opuesto del cuadro.

 

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