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Navarro echa al Real Madrid

‘La Bomba’ se apodera del clásico con cuatro triples consecutivos en el último cuarto. El Barça agranda su superioridad ante los blancos en la Copa: 12 victorias frente a dos derrotas

MIGUEL ALBA

Siempre arma el brazo con ambición. Con esa primera necesidad que tiene el novato de reivindicar que vale para esto. Con esa sed de demostrar a su compañeros que él es el referente cuando en el resto aparecen las inquietudes. Ese es el estigma de Juan Carlos Navarro. Ser (y sentirse) importante allí donde se trabaja su posición de triple. Lo hizo el año pasado en Memphis, donde estuvo a punto de superar el récord de triples de un rookie.

Este jueves lo volvió a repetir en el primer acto de la Copa del Rey. Andaba el Madrid a media rehabilitación, en esa dinámica que sólo conoce el grupo de Plaza en busca del enésimo milagro (parcial de 12-5, para finalizar el tercer cuarto en 59-64), cuando apareció Navarro. La remontada blanca se quedó en un amago tras la última canasta de Van den Spiegel (61-67).

A partir de entonces, Navarro se apoderó del ataque del Barça. Pedía el balón a Sada sin sonrojo. Lo quería para irle explicando cómo es la parábola de su tiro desde el 6,25 y cómo suena ese splash que sentiría posteriormente al contacto con la red. Entre carreras por la pintura que desajustaban la enésima zona que dibujaba Plaza, Navarro encadenó cuatro triples consecutivos que dejaron al Madrid a 14 puntos (63-76, minuto 35) con una sensación de desconsuelo permanente.

De nada servía el intercambio de sensaciones de Felipe, Bullock, Llull y Hervelle ante el aro. Una y otra vez siempre aparecía Navarro. Desde un lateral. Desde el frontal. Dibujaba triples desde cualquier hábitat (con seis, se quedó a uno del récord de Epi y Toolson). En su arsenal sólo fallaron las míticas (y típicas) bombas. Pero el clásico no se acordará de su patentado tiro cuando el partido de este jueves se convierta en una suma de recuerdos y estadística.

Unos números que sonrojan al Madrid en los enfrentamientos ante el Barcelona en Copa: 14 partidos y sólo dos victorias. Una estadística de la que Felipe Reyes hacía caso omiso en la previa porque su mayor preocupación era encontrar el equilibrio al principio de los partidos. El equipo de Plaza se afanó a ello en el primer cuarto, cuando quiso convertir el clásico en lo que ha sido siempre: una alternancia de canastas sin apenas ventajas. La temprana ventaja blanca (4-3) se esfumó cuando Santiago convirtió el primer cuarto en un cuerpo a cuerpo bajo el aro.

En ese escenario, el Madrid es inferior al Barça, especialmente si Massey es el compañero de Reyes. Su aportación fue tan patética en esos primeros minutos que ya no volvió a aparecer. La reflexión de Plaza del por qué su equipo quedó ayer eliminado de la Copa debe empezar por el comportamiento del americano, un jugador que no merece el Madrid.

Ni el ni Hosley. Serán buenos para hacer grupo, pero llevan un año despistados en esto del baloncesto. Todo lo contrario que Bullock que demuestra en cada partido que él, Felipe, Hervelle, Mumbrú y Llull son el referente de un equipo que se empeña en tirar para adelante, entre irregularidades y crisis de identidad, pero que no pueden ante rotaciones que no presentan fisuras.

Porque ayer, detrás del protagonismo de Navarro aparece un banquillo en el que todos aportan para dar equilibrio al ataque y sacrificarse solidariamente en defensa. “Somos la mejor defensa”, gritaba Xavi Pascual. Del resto se encargó Navarro, que quiso volver al Barça este verano porque se cansó de perder en Memphis.

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