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Los niños de Wenger vuelan

Un taconazo de Cesc, que facilita el golazo de Walcott, abre la merecida victoria del Arsenal

LADISLADO J. MOÑINO

Wenger celebra con el espíritu de un juvenil los goles de su equipo. La media de edad de su plantilla no llega a los 24 años. Sale a competir a Europa con una panda de chiquillos irreverentes y se enorgullece de ello. No tiene zorros viejos. Ni los quiere. Su mérito es plantarse en las semifinales de la Copa de Europa con jóvenes futbolistas pulidos por él mismo. Las credenciales de sus novatos nacen en la pelota, en lo que hacen con ella. Es su arma. Su manera de mirarle a la cara los grandes clubes y jugadores del continente.

El plan que ha trazado es una locura maravillosa. Huele a fútbol fresco. El tópico habla de un equipo blando, inexperto. Niñitos del toque. Puede que algunas de las tundas que han recibido favorezcan esos calificativos. Pero no hay equipo que les pierda el respeto cuando conocen que se enfrentarán a ellos. Un día de inspiración suyo puede suponer una humillación. Un baño ejecutado por chicos con el físico aún por desarrollarse, que conciben el juego desde la técnica virguera. Algunos tienen más granos que años, como Nasri.

El primer gol del Arsenal es el mejor exponente de ese fútbol de alta escuela. Cesc estaba mirando hacia su propia portería cuando le llegó la pelota en los tres cuartos de cancha. Lo normal era espera un control y un giro. No. Se destapó con un pase corrido de tacón para Walcott que Gonzalo se comió porque lo vio . Si el pase descubrió una irreverencia más, la definición fue otro gesto distintivo.

Walcott no se encogió cuando se vio ante la inmensa envergadura de Diego López. No le tembló la pierna ni le asustó lo complejo de la maniobra que escogió. Levantó la pelota por encima del meta del Villarreal con una suavidad exquisita. Un pase a la red. Entre dos chicos que apenas superan la veintena de años firmaron una obra de un descaro insultante.

Sin complejos, en unos cuartos de final de la competición más grande de clubes, enterraron la necesidad de fichajes multimillonarios y futbolistas hechos. No hay edad para el pelotero en condiciones de jugar bien. Ni por vejez ni por juventud.

De Cesc también partió el segundo gol que acabó por enterrar al Villarreal. Se anticipó de cabeza a un pase manso y propició la contra que culminó Adebayor. Desde la misma propuesta, el Arsenal fue superior. Wenger y Pellegrini jugaron a la segunda línea y llenaron sus alineaciones de especialistas en la construcción y en la llegada.

La gran apuesta gran del entrenador del chileno fue Matías Fernández. Fracasó. Le vino grande el partido a un chico que no consigue explotar todas las condiciones que enseña en los entrenamientos. También superó la cita a Cani y a Bruno. Queriendo jugar a lo mismo ambos equipos, la diferencia la marcó la rapidez de ejecución. El Arsenal desplegó el tocar y aparecer con dos velocidades más. Y su acelerador es Cesc. Mira, toca y llega. De 4 y de 10. Da igual. Sólo necesita la pelota. El arma de su irreverencia.

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