Este artículo se publicó hace 14 años.
No hay forma de ver un España-Brasil
José Miguélez
España vuelve a jugar contra Suiza. Está otra vez frente a un triunfo que se da por descontado. Ante Paraguay, un rival aparentemente inferior, un escudo que no intimida. Y ese es el peligro. Que se repita el ataque de suficiencia, la paciencia mal entendida del día del estreno. Que La Roja se limite a contar ovejas convencido de que el adversario cerrará los ojos tarde o pronto y que la que acabe dormida sea ella. Al menos, parece avisada. "Si nos relajamos un poco, a sufrir tocan", advierte una y otra vez Del Bosque. La selección debe colocar permanentemente junto a la pelota ese recuerdo de lo que le sucedió en su estreno mundialista. No puede fallar. Ahora ya no.
Como falló Brasil, a la que no verá tampoco en este Mundial. El partido más esperado de esta generación se resiste a llegar. Estados Unidos lo evitó hace exactamente un año, en esas semifinales de la Copa Confederaciones que también le deben valer a España como recuerdo. No hubo entonces el ansiado Brasil-España y tampoco lo habrá ahora. Porque Holanda mandó ayer a casa a esa nueva canarinha que los métodos de Dunga han rebajado. Brasil es diversión y juego alegre. Era, ya no. Hoy es defensivismo, rocosidad y, sí, buenos movimientos en los momentos de ataque. Pero ya no compensa el precio de una entrada, como dice Cruyff.
Lo curioso es que a esta Brasil vencida hacia el resultadismo le ha faltado justo eso, el resultado. Lo tuvo pronto de su lado, pero se lo dejó birlar con una inocencia impropia del modelo que ahora pregona. Murió por un par de imperdonables errores defensivos, precisamente, los que la nueva fórmula garantizaba que jamás se producirían. El primero en un centro frontal de Sneijder que Julio César (y pasaba por ser el mejor portero del mundo) se comió como un infantil. El segundo, un córner en el que Sneijder recibió todas las facilidades para rematar en el área pe-queña. Dos simples centros a la olla acabaron con la pentacampeona.
Y en el funeral de Brasil, en la gesta de Holanda, apareció otra vez con mayúsculas Sneijder. Y también Robben. Los que parecían desperdicios. Sus sucesores en el Madrid, Kaká y Cristiano, ya no están en Suráfrica. Ni se les ha visto. Este Mundial va a llenar de sarpullidos a mucha gente.
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