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Nostalgia de Cruyff en blanco y negro

"¿A qué hora estoy en tu casa?"

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Cruyff da instrucciones a los suyos en un clásico ante la mirada de Camacho.

MADRID.- “Chato, pásame la pelota con la mano”. El Chato era Sadurní, el portero del Barça que hoy, a los 74 años, es incapaz de olvidar aquella exigencia de Cruyff. “Bajaba a un lateral y me pedía que le pasase el balón para empezar él la jugada desde nuestra portería”. Una melodía que se repetía sin descanso en el Barça de los años setenta en el que “efectivamente, Cruyff lo cambió todo”.

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Era la diferencia entre tener o no tener a Cruyff, entre Sadurní y Miguel Ángel. Una diferencia inconsolable que escandalizó días como el del 0-5 del Barça en el Bernabéu y que Miguel Ángel recordará siempre: “Yo estaba en el banquillo, el titular ese día fue García Remón, pero como si lo hubiese sido yo: no hubo nada que hacer, porque Cruyff lo exageró todo. Sabíamos que era buen futbolista, porque lo habíamos visto con Holanda en el Mundial de Alemania, pero nunca hasta ese punto”.

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“Un chaval tan fino que era capaz de correr al mismo ritmo con o sin la pelota. No había visto nada igual en la vida", recuerda Sadurni la primera vez que vio a Cruyff en directo

Una idea de la que ya había avisado Sadurní a sus amistades en aquellos días del 74: “Una cosa es verlo por televisión y otra a tres o cuatro metros. Aún recuerdo la primera vez que lo vi en una pretemporada en Papendal, en Holanda, en un amistoso. Aquel futbolista me dejó anonadado”, explica. “Un chaval tan fino que era capaz de correr al mismo ritmo con o sin la pelota. No había visto nada igual en la vida, y así pasó. Cuando llegó al Barça estábamos con negativos y él nos hizo campeones de Liga. Yo, además, tengo que agradecerle que acabase con mi psicosis de perdedor. Llevaba desde 1.960 en el Barça, harto de ser segundo o tercero. Me parecía que era imposible ganar nada y que me iba a retirar así. Vivía casi resignado hasta que llegó él”.

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"¿A qué hora estoy en tu casa?"

No es apología de Cruyff. “Yo hablaría de realismo”, señala Miguel Ángel desde la otra trinchera. “Su primer año en el Barça fue extraordinario. No era lo que jugaba. Era lo que organizaba: la personalidad, la exigencia con la que lo hacía. ¿Dónde se podía encontrar a un jugador así? Nosotros, en el Madrid, teníamos dos alemanes muy buenos, pero Cruyff era otra cosa”. La prueba es que 40 años después Sadurní, desde su jubilación dorada, entre sus viñas y olivos, se niega a compararlo con nadie. “A Cruyff había que vivirlo como le vivimos nosotros en el vestuario, yo mismo”, explica.

“Su primer año en el Barça fue extraordinario. No era lo que jugaba. Era lo que organizaba: la personalidad, la exigencia con la que lo hacía. ¿Dónde se podía encontrar a un jugador así?, asegura Miguel Ángel

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“Era algo más que un futbolista. Todavía recuerdo el accidente de un chico en un pueblo al lado del mío, Llorenç del Penedès, que se quedó inválido y para apoyarle el último día del año, un 31 de diciembre, le hicieron un partido homenaje. Yo le pregunté a Johan si podía venir a hacer el saque de honor . No me pidió una sola explicación. Su respuesta fue: ‘Chato, ¿a qué hora hay que estar en tu casa?’ Al día siguiente, estaba allí a las once, con una puntualidad rotunda, acompañado de su mujer”.

En el Barça de Cruyff  "nunca se vio a nadie rifar un balón"

Pero ese futbolista era Johan Cruyff (1947-2016), el mismo hombre que luego entrenó al Barça “y fue una continuidad del futbolista. Allí nunca se vio a nadie rifar un balón”. Una academia de carne y hueso que Sadurní recordaba cuando los clientes le preguntaban desde la ventanilla de la sucursal de Caixa Penedès, donde entró a trabajar el 1 de octubre de 1.976, un mes exacto después de retirarse del fútbol.

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