Este artículo se publicó hace 13 años.
Los ojos de Messi centellean tarde
Cuando el argentino apareció el Barça ya no pudo remontar
Brazos en jarra todo el equipo, sólo el portero del Barcelona, José Manuel Pinto, reaccionó con un par de gritos al aire al gol de Cristiano Ronaldo que ayer le dio la Copa del Rey al Madrid en una final que se decidió en la prórroga.
Si, en los prolegómenos del duelo, Pep Guardiola utilizó uno de esos vídeos que suele proyectar a sus jugadores antes de una cita trascendente, no dio el técnico en el clavo: los futbolistas del Barça salieron anoche a Mestalla pasmados. Y el apabullante juego del Madrid los terminó atontar.
Piqué y La Pulga, entre los más afectados por la derrota azulgrana
Se desgañitaba el entrenador desde el área técnica. Pero el ensordecedor ambiente de Valencia impedía que Villa comprendiera la órdenes del de Santpedor, que quería que el asturiano se desplazara a una banda. Apenas se sentó un par de minutos durante el partido el entrenador. Y en la primera parte, a Pep, como a la hinchada, le disgustaba lo que veía.
Busquets, siempre atrevido, enseñó su cara más dubitativa en esos 45 minutos. De nada valían los gritos de aliento que los suplentes del Barcelona lanzaban desde el banquillo. Aunque si algún torneo ha servido para hacer grupo en este equipo, ese es la Copa; ayer, se vio desde el calentamiento.
Todos descartados, lesionados y juveniles observaban desde el mismo césped cómo se entrenaban sus compañeros. También saltaron del banco como un resorte en la primera tangana en que se enzarzaron Villa y Sergio Ramos.
Al final, Pep abrazó uno por uno a los suyos. Milito consoló al Jefecito'
Luego, cuando Unidano mandó a los equipos a la caseta, Puyol y Milito esperaron a los suyos en la entrada del túnel para subir su debilitada moral y jalear a la estrella, Leo Messi, que todavía andaba cabizbajo.
La arenga de Guardiola en el descanso resultó, en cambio, milagrosa. El semblante de los azulgrana, recién salidos del vestuario, destilaba menos tensión que la exhibida en el primer tiempo. Y ya dicen que la mirada es el reflejo del alma: al cuarto de hora de la segunda parte a Messi le centelleaban los ojos.
Anulada una preciosa jugada que acabó en gol del argentino por fuera de juego Guardiola consultó a sus auxiliares si había acertado en la decisión el linier de Undiano que cubría esa banda, empezaron a calentar los suplentes azulgrana.
Con el tiempo reglamentario cumplido, no había hecho cambios Guardiola. Por eso, todos sus jugadores, agotados, buscaban a los fisioterapeutas antes de encarar la prórro-ga. Los más cansados soltaban piernas, hasta que Pep se plantó en medio de una especie de melé.
Escuchaban atentos los jugadores a su técnico, mientras este se frotaba nervioso la cabeza. Atendían las consignas del preparador cogidos por los hombros unos con otros. En un costado, Adriano resoplaba como el que más y el de Santpedor insistía en que el equipo no perdiera su esencia. En que Xavi jugara en corto y no colgara balones arriba. Tras la tercera guardiolina de la noche, el conjunto catalán volvió a salir al césped para controlar el partido.
Y en ello estaba el Barcelona cuando Cristiano le dio la estocada. Los muchachos de Guardiola parecían noqueados, pero luego se vio que no estaban hundidos. Y así lo demostraron en la segunda parte de la prórroga, que afrontaron de nuevo con la cabeza bien alta. A pesar del resultado. A pesar de la derrota.
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