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Organizar un Mundial y endeudarse hasta las cejas

A diferencia de la FIFA, que se llenó los bolsillos, Suráfrica no ha logrado amortizar en estos tres años todo lo que gastó para la Copa del Mundo 2010

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"Después de escalar una montaña muy alta, descubrimos que hay otras muchas montañas por escalar". Es una antigua frase de Nelson Mandela, el inolvidable presidente de Suráfrica que, a los 95 años, con una salud difícil, está retirado de la escena pública. Sin embargo, esa frase actúa ahora como uno de sus legados en un país al que Joseph Blatter, presidente de la FIFA, puntuó con "un nueve sobre diez" por su organización del Mundial 2010. Incluso, la FIFA, que tuvo unos ingresos magníficos con ese acontecimiento, señaló, en sus conclusiones finales, que el Mundial era el principio del cambio que necesitaba el país: "Suráfrica ha conseguido restablecer su reputación como destino turístico".

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Sin embargo, han pasado tres años y Suráfrica se encuentra, como decía Nelson Mandela, con otras montañas que, después de aquella, parecían más fáciles de escalar y están resultando más difíciles. Las amabilísimas imágenes del recibimiento, que ha tenido estos días la selección española en Johannesburgo, no deben confundir, porque no simbolizan la realidad actual de Suráfrica. El país ya no se parece a aquella expresión de júbilo de hace tres años cuando se celebró el Mundial y en el que continuamente se repetía el mismo slogan, 'feel it' (siéntelo), que llegó a tantos corazones.

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Entonces el ritmo del Waka-Waka de Shakira se hizo célebre y hasta los suburbios de las zona más pobres encontraron motivos para soñar. El turismo vivió unos meses apoteósicos con 309.554 turistas extranjeros que se dejaron 3.640 millones de rands durante su estancia y que para la FIFA representaron un negocio extraordinario. Pero ¿y para Suráfrica? ¿acaso un país como este podía hacer un desembolso así en estadios, autopistas y carreteras? ¿ha sido realmente una inversión de futuro?

Han pasado más de tres años y, aunque la memoria no se ha perdido, los ciudadanos de Suráfrica se preguntan hasta qué punto todos esos gastos, que originó el Mundial, eran razonables. Las consecuencias duran ya tres años. Todos esos nuevos estadios como el de Ciudad del Cabo, que costó 450 millones de euros, son imposibles de llenar y casi de sostener económicamente. De hecho, mantener un estadio como ese o el Soccer City de Johannesburgo cuesta una media de 1,5 millones de euros anuales para amortizarlo ¿en qué? ¿en un par de conciertos al año? ¿en algún partido amistoso como éste frente a España? Porque, salvo días aislados como el de esta noche, el surafricano no ha cambiado de hábitos. Prefiere el rugby o el cricket en lugar del fútbol que, tras vivir una luna de miel en el verano de 2010, regresó a su lugar. Ni siquiera se ha vivido como un gran golpe la prematura eliminación de la selección de cara al Mundial de Brasil 2014.

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Hay quien se ha referido a Sudáfrica como "un museo en ruinas" al ver esos estadios tan monumentales con tan poco uso. Hay prestigiosos analistas que no han cesado de preguntarse durante estos tres años si el coste publicitario para dar a conocer a Suráfrica por todo el mundo no fue demasiado alto. Es más que llamativa la deuda pública que ha ido acumulando Suráfrica en estos últimos años. En 2012, alcanzaba los 126.338 millones de euros, que equivalía a un 42,28% del PIB. Sin embargo, en 2008 esa deuda era de 51.706 millones (un 27,83% del PIB). 

Además, el país cuenta con una tasa de desempleo que supera el 25% (la más alta en cinco años) y en el que todavía se necesitan, al menos, seis millones de casas para cubrir necesidades básicas, sobre todo en la periferia de las grandes ciudades. Analistas como Piet Coetzer, del Boletín de Inteligencia del Liderazgo de Suráfrica, recuerdan que "lo que estaba ausente en la planificación de la construcción de esos ostentosos monumentos era cómo se pagarían las facturas después de que los equipos internacionales y los aficionados se hubieran marchado".

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Ahora, España ha vuelto a Johannesburgo, pero sólo ha sido por un par de días en los que, de alguna manera, el país se ha tomado un respiro. Los telediarios han vuelto a abrir con las felices imágenes de los aficionados coreando los nombres de Iniesta, Casillas o Del Bosque. Pero esto no durará más de un par de días en un país que ahora no es tan feliz como parecía en el verano de 2010. Amargado por las deudas y por el juicio al que ha de someterse Óscar Pistorius, uno de sus ídolos, por el asesinato de su novia, a Suráfrica, al menos, le queda el legado de lo que fue capaz de hacer y de Nelson Mandela: "La mayor gloria no es nunca caer, sino levantarse siempre".

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