Este artículo se publicó hace 15 años.
Pasaporte hacia la historia
Hoy comienza el gran torneo sobre la tierra batida en el que Nadal nunca ha perdido un partido
Gastón Gaudio está perdido en el número 359 de la ATP. La semana pasada le dieron una invitación para poder estar en París. Es insólito que un gran torneo tenga en su cuadro principal a un jugador con tan pocos credenciales, pero en este caso tiene sentido.
Gaudio es el último ganador del torneo que no se apellida Nadal. Junto a él, en aquella final, jugó Coria, hoy retirado. Estos nombres forman parte del ilustre pasado del torneo más grande que existe sobre tierra batida, pero hoy han quedado borrados de la cabeza de todos. Nadal ha pasado como una apisonadora por Roland Garros durante cuatro años hasta eliminar cualquier resquicio del pasado.
No sorprende que el español sea favorito; de hecho, es el único con esa vitola. Nadie plantea otras opciones, todos juegan contra el número 1 y una derrota sería la más grande de las sorpresas. El historial de Nadal en las pistas parisinas es escalofriante. En cuatro años, 28 victorias y ni un solo momento bajo. Una pléyade de tenistas aspira a un trono inalcanzable, el único que parece intocable en el deporte mundial. Las derechas liftadas de Rafa botan hasta el cielo, lo que, unido al físico más resistente del circuito, le conceden una ventaja evidente en partidos a cinco sets.
Rafa aspira a lo que nadie ha logrado aún: cinco títulos seguidos en ParísLa victoria de este año, además, significaría un premio aún mayor para Nadal, el de colarse en los libros de historia como el único en alcanzar cinco títulos consecutivos. Ninguno de los mejores lo logró antes. Hoy, la lógica invita a pensar que Rafa será el primero en destrozar esa barrera.
Entre el resto de tenistas, los aspirantes a incordiar al favorito destacan Federer y Djokovic. El suizo ha sido la pareja de baile de Nadal en los últimos tres años y cada temporada la derrota en la final ha sido más dolorosa. El año pasado, sólo pudo llevarse cuatro juegos en la final. Su temporada en tierras dejaba dudas hasta que llegó Madrid, ganó y recuperó algo de moral en un torneo de peculiares condiciones. Antes de aquel momento, Djokovic parecía el rival más fuerte. Finalista en Montecarlo y Roma, su juego de tierra parece dispuesto a plantar cara al reto.
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