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Quique Setién, el sindicalista imprescindible

Hombre de provincias

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Quique Setién en un partido de Las Palmas esta temporada. /EFE

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Para concebir a Quique Setién no hay nada como aquella anécdota en La Albericia en la que Vicente Miera, el entrenador del Racing, le echaba en cara a él, futbolista franquicia del equipo, que no era trigo limpio, porque había tenido problemas en todos los sitios. Sin perder los estribos, Setién le contestó que eso era por haberse encontrado a gente como él. Al día siguiente, el futbolista escuchaba en el contestador automático de su casa, en una época en la que no existían los móviles, que estaba despedido. El mensaje se lo enviaba el entonces presidente del Racing, Pancho Mora. "Quique, vamos a rescindir tu contrato, hemos decidido que no vengas mañana a entrenar. Un abrazo".

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Un hombre con sincera facilidad para conectar con la hinchada, que prefiere a la gente como él, que antepone el 'nosotros' al 'yo'. Así es hoy en Las Palmas como ayer fue en Santander, en Logroño o en Lugo, donde es una gozada preguntar por Quique Setién en las panaderías, en las cafeterías y hasta en las paradas de autobuses. La respuesta casi nunca tiene fisuras. No es fácil desconfiar de la palabra de Quique ni de esa idea suya que hoy adoran en Las Palmas: "Tengo la fuerza del viento y esa bravura que viene del mar".

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Hombre de provincias

Hubiera sido interesante tener a Setién liderando un sindicato o las clases de recuperación en un instituto. Cuesta creer que no hubiera defendido a la ciudadanía con razones más que con palabras. Sus ambiciones personales nunca fueron preocupantes. De hecho, su carrera de entrenador no es ningún monumento, escrita en provincias. Sin embargo, él nunca presume de toda la gente que le da la razón en la calle. Quizá porque Setién retrata otro tipo de personaje. Un hombre que tiene mucha fe en el ajedrez y que no aparca los años cumplidos en el armario. Acepta que el tiempo le hizo más reflexivo, sobre todo en esas incómodas ruedas de prensa, de las que también le han tocado vivir y en las que él también hubiera podido cometer alguna locura.

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