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Rencillas que no se olvidan

La afición blanca volvió a recibir al Barcelona con hostilidad y unos violentos apedrearon el autobús de los directivos culés. Piqué y Busquets se destacan como los dos jugadores del Barcelona más odiados por

CARLOS. F. BLANCO / M. DE LA NOGAL

Los clásicos son rabia incontenida e incontrolable. Y más ahora. Los madridistas no olvidan los últimos años de afrentas barcelonistas y la afición blanca se toma estos partidos como una cuestión de vida o muerte. Algunos demasiado: el autobús que transportaba a los directivos del Barça fue apedreado en las inmediaciones del Santiago Bernabéu, aunque no hubo heridos.

Ya una hora antes del comienzo los todavía pocos aficionados que habitaban el campo pitaban a los jugadores azulgranas que salían a inspeccionar el césped. No iba a ser una noche fácil para los culés ante una masa encendida, la que llenó el Bernabéu un 14 de agosto, con Madrid de vacaciones.

La megafonía vociferaba los nombres de los jugadores. Tras los de los técnicos, un silencio estratégico por parte del speaker. Tras Guardiola, una de las mayores pitadas de la noche. Después de Mourinho, la mayor ovación. Los fallos no parecían fallos, sino pequeñas victorias o derrotas. Las pifias del Barça eran vitoreados con vehemencia y las del Madrid, aplaudidos con comprensión. Algo difícil de ver en el exigente feudo blanco. Sólo el Barcelona lo logra.

Los goles visitantes hicieron amainar los gritos. En el descanso, la frustración se redirigió al trío arbitral. Sin embargo, fueron los barcelonistas Dani Alves, gritos racistas incluidos, y Piqué, que salió en sustitución de Busquets, los más silbados. Son los más odiados entre el madridismo. También Messi escribió un nuevo capítulo en su particular relación con los seguidores merengues. El argentino recriminó a la grada los gritos hacia Alves. El miércoles les toca a los culés.

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