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Retrato de una excepción

“Tengo que escribir en inglés”

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Javier Fernández conquista por segunda vez consecutiva el campeonato del mundo de patinaje artístico. /EFE

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MADRID.- Ante todo, esto es la emoción, el triunfo de los humildes que hoy podría explicar Enriqueta, la madre de Javier Fernández, la cartera de Correos. El avión aterrizó a las 6.30 de la mañana, procedente de Boston, donde su hijo se proclamó campeón del mundo, y de allí ella fue directa al trabajo, a la cartería de Majadahonda. Pero esa es la familia, la familia que pone de ejemplo, incluso, en esta conversación Javier Fernández que hoy está de gira en Japón, antes de volver a su casa de Toronto, que no es Madrid ni la Colonia militar de Cuatro Vientos, donde se crió él y se crió Laura, la mayor, ya enfermera, los hijos de Antonio, el padre, mecánico de la base militar de El Pardo, imposible de explicar nada de lo que sucedió este fin de semana en el City Garden de Boston, campeón del mundo de patinaje sobre hielo por segunda vez consecutiva, todos ahí, inseparables como siempre.

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"No sé si el éxito nos hace mejores o peores personas, pero es verdad que cuando nos proponemos nuevas metas y no se cumplen nos enfadamos con el mundo, porque eso forma parte del deporte y del mundo", explica Javier Fernández, que ya no desconfía de la presión. "Al contrario, la necesito".

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“Tengo que escribir en inglés”

En realidad, siempre hay días que le recuerdan a uno quién fue como "las bromas de mamá, que son un clásico”. Quizá porque esta conversación no busca presumir, sino recordar. Y, si acaso, presumir de una madre, Enriqueta, la suya, la que tira del carro, cartera de Correos, y Javier, que mete la bicicleta en el autobús los días en los que hace más frío en Toronto en el autobús para ir o volver de entrenar y no subir la cuesta de regreso a casa, no se olvida. Quizá porque es imposible olvidar, el humilde piso de 70 metros cuadrados de Cuatro Vientos, las tres habitaciones, una de ellas la suya en la que empezó todo y ver que ni siquiera eso le aleja del personaje que es hoy.

“Yo no puedo dejar de ser español ni dejar de saber lo que pasa en España”

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Un tipo con casi 50.000 seguidores en Twitter, donde, por cierto, escribe tantas veces en castellano como en inglés, hombre de mundo. “Tengo que escribir algo en inglés”, justifica, “porque tengo muchos fans en Japón, Rusia, Estados Unidos…, y tengo que hacerles un guiño de vez en cuando. Pero el hecho de escribir en inglés no significa que me aleje de España, no, para nada; yo no puedo dejar de ser español ni dejar de saber lo que pasa en España ni de leer nuestros periódicos. El tiempo ha pasado rápido, desde los 17 años, pero yo sigo diciendo que como en casa no hay nada”.

“No podría autoentrenarme a mí mismo”

Quizá por eso esta historia, la suya, la de su familia, la de la nieve, es tan buena historia, con final feliz por ahora. "No podría autoentrenarme a mí mismo", descarta. "Por mucho que sepa de esto, no podría hacerlo". Quizá por eso nunca dejará de ser uno mismo, el hijo que algún día soñó cualquier madre y fue Enriqueta, la suya, la que lo tuvo y lo vio marchar a los 17 años a New Jersey, no quedaba otro remedio. "Siempre hay puntos débiles y siempre hay alguien que los puede solucionar mejor que tú”. De ahí que la jerarquía sea lo primero y a veces lo único. “Nunca mandaré más que mi entrenador, jamás. Él es mi máximo mandatario. Mi respeto hacía él es insuperable”, explica sin alejarse de sí mismo, su familia sigue siendo su casa, su nieve, sus recuerdos.

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"Mi respeto hacía mi entrenador es insuperable"

“Supongo que mi vanidad a veces esta ahí. No quiero pensar que no exista. Por eso habrá momentos en los que pueda controlarla y otros que no. Pero sí sé que soy ambicioso y que no me canso de ser así. El día que me canse tendré que tomar otras decisiones. Pero hoy la ambición es un reflejo de mí dentro y fuera del hielo”, explica sin ningún miedo a la próxima vez en la que no se sabe lo que pasará. Pero lo que sí se sabe es lo que ya ha pasado, el valor de lo vivido, el orgullo de haberse proclamado, por segunda vez campeón del mundo, en el City Garden de Boston, donde el japonés Yuzuru Hanyu parecía imbatible. La diferencia fue que Javier Fernández, como cuando se marchó de Cuatro Vientos, tenía otra idea, “los límites están muchas veces donde uno se los propone” que tal vez hubieran hasta valido para la poesía de Edgar Allan Poe, “la locura es más sublime que la inteligencia”, la que ya no aparece en los buzones, huérfanos de cartas de amor. Y nadie como Enriqueta, la madre, lo sabe.

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