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Una roca en el camino

El Barça empata en Copenhague ante uno de los rivales más duros que se ha encontrado

GERMÁN ARANDA

Parece el Barcelona obligado a redoblar los esfuerzos para alcanzar cada uno de sus objetivos. Por ejemplo, el de sentenciar lo más rápido posible el pase a los octavos de final de la Champions. No iba a ser tan fácil, lo advirtió Guardiola y lo gritó ayer con todas sus fuerzas el Copenhague, que acabó el partido con un prestigio internacional mucho mayor que antes de empezar.

No rotó el técnico azulgrana, que dispuso un once de gala: respecto al 5-0 ante el Sevilla sólo introdujo a Keita. Reemplazó a Pedro y reubicó a Iniesta en el ataque. Pero ni así pudo el Barça superar a la durísima roca con la que se topó. Empató como en su primer desplazamiento europeo, en Kazán, y no conoce la victoria a domicilio en la Liga de Campeones desde el 9 de diciembre de 2009. Ayer, tropezó fuera por quinta vez seguida, sobre todo por mérito de un Copenhague que supo llevar el encuentro al terreno más físico. El Barça atacó y combinó con brío, pero también estuvo de nuevo falto de acierto en las áreas.

Dos palos impidieron a los azulgrana atar el pase a octavos

Tras un arranque trabado y accidentado (golpes por aquí, trompazos por allá), se abrieron ambas defensas y se envalentonaron los ataques. Imprecisiones en los rechaces y en los pases, ataques de vértigo con rápidas transiciones derivaron en un curioso correcalles a lado y lado del campo que hacía presagiar que el gol, en una u otra área, era una cuestión de tiempo.

Pero la fortaleza del Copenhague acostumbraba a llegar en el momento justo para arrebatarle a Iniesta el cuero en sus reincidentes internadas por la izquierda o para neutralizar el peligro de Messi y Villa penetrando por el centro. Con todo, el asturiano no tardó en reencontrase con el poste y el argentino, con el gol.

Fue a la media hora de partido y con algo de fortuna cuando el diez rescató un mal despeje de la defensa local y no dudó en agujerear la red. Pero el resultado reflejó la algarabía del juego al dibujar un empate sólo dos minutos después del tanto visitante. Había avisado el Copenhague mediante la potencia desde lejos de Kvist y el guante en el pie de Vingaard, quien probó con mucho peligro el gol olímpico en dos ocasiones seguidas. El tanto, sin embargo, nació de las botas de un Gronkjaer siempre incisivo que ya había ganado en varias ocasiones la espalda a Alves, más volcado en atacar que en proteger su área. Tras superar al brasileño, el ex del Atlético puso un centro que alcanzó a interceptar Valdés, pero enviándolo con mala fortuna a los pies de Claudemir, que puso la igualada a placer.

Solbakken, técnico danés, y Guardiola se enzarzaron al final del partido

Guardiola tenía razón en sus presagios: vencer iba a ser ardua tarea ante uno de los rivales más fuertes que se ha encontrado, espoleado por una afición ruidosa e infatigable. Desde luego, la imagen de Dinamarca está a salvo con un equipo como el Copenhague, que aguantó las embestidas del Barça en el tramo final y se volvió a asomar con el descaro de N'Doye al área de Valdés. Al final, acabó suspirando por un remate lejano al palo de Pedro y celebró un empate que le sabe a gloria. Solbakken y Guardiola se encararon camino del vestuario y Busquets salió al quite a separarles.  

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