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Rojos... de ira

La maniobra de Hamilton enciende a los aficionados

A. L. MENÉNDEZ

Ferrari es voraz. La irresistible atracción de la marca italiana, la aureola mítica que la rodea, lo engulle todo. Ningún piloto ha estado ni estará por encima del escudo en el que campa el encabritado cavallino. Ni siquiera el más grande de la historia, Michael Schumacher.

La Scudería no hace prisioneros, fagocita a millones de seguidores particulares y conquista aficiones enteras a sangre y fuego. Así, la marea azul española que emergió poderosa al calor de los títulos mundiales de Fernando Alonso en Renault ha mudado de color y hoy es un apasionado y creciente río de lava rojo. En Barcelona (9 de mayo) se atisbó el cambio, y Valencia certificó ayer el vuelco.

El rojo Ferrari tiñó las gradas del circuito urbano de Valencia. Dominan las diferentes camisetas y camisas oficiales entre 30 y 80 euros según la categoría de la misma que los numerosos chiringuitos sembrados por el trazado expenden como churros, pero si quieres fundirte en el paisaje sin pagar más el precio de las entradas para el domingo oscila entre 150 y 595 euros vale cualquier prenda bermellona, desde un polo casual hasta la zamarra de la selección que dirige Del Bosque. Y, por encima de todo, gorras.

Sólo Manuel Rodríguez, presidente de las peñas alonsistas, y algunos rebeldes asturianos más se mantienen fieles al azul de siempre y de su tierra. 'Siempre seremos la marea azul, y por eso Ferrari ha dado permiso para que se fabriquen camisetas oficiales de color azul con el escudo amarillo del equipo', explica Rodríguez.

La cifra oficial de asistentes a la carrera, 83.443, es superior al aforo, 75.000, pero, según la organización se debe a que en ella se incluyen a todas las personas presentes en el paddock: miembros de los equipos, invitados, trabajadores y periodistas. En la grada, la colorada mayoría que apoyaba a Alonso acabó roja de ira con la maniobra de Hamilton. Les arruinó una alegría.

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