Este artículo se publicó hace 16 años.
La Roma deja al Real Madrid fuera de los cuartos de final
El Madrid no ha dado la talla por cuarto año seguido en la Champions. Sólo necesitaba un 1-0 y ha vuelto a perder (2-1) ante un conjunto romano que ha dejado en evidencia a la defensa con dos cabezazos perfectos
Enrique Marín
“Me sorprende ser el único de la sala de prensa que piensa que podemos ganar a la Roma”, dijo Schuster la víspera de recibir al conjunto giallorosso. El alemán, desde esa soberbia que le pierde y que tanto está dañando la imagen del Madrid, declaró el estado de optimismo sin un mísero argumento sobre el que cimentarlo.
¿Que por qué sólo se le preguntó por lo que pasaría si el Madrid quedaba eliminado de la Liga de Campeones? Pues porque lo de anoche se veía venir, entraba dentro de lo previsible y es un duro revés para un proyecto que se derrumba por falta de fútbol. Sí, de ese fútbol que Schuster prometió cuando aceptó sustituir a Capello.
Cualquiera que viera el partido del Bernabéu pudo comprobar las abismales diferencias de juego entre la Roma de Spalletti y el Madrid de Schuster (y Di Salvo). Un equipo que sabe a lo que juega y que juega muy bien a lo que sabe, frente a uno que no es que no sepa a lo que juega, sino que precisamente juega a lo único que sabe.
El Madrid de Schuster (y Di Salvo) se está diluyendo cual azucarillo en el agua. Los resultados le han abandonado y sus carencias han quedado al descubierto. El Madrid de Schuster (y Di Salvo) va siempre detrás de los partidos. Nunca transmite la sensación de que está pasando lo que quiere que pase. Juega a remolque de lo que hace el rival y, sobre todo, de lo que éste le deja hacer. Eso sí, si le dejan, te mata. Pero sin balón no se puede llevar la iniciativa y anoche el balón fue de la Roma, que si no lo tuvo más, siempre lo tuvo mejor.
El equipo de Spalletti saltó al campo con el marcador en la cabeza y tal vez por ello su principal dedicación fue defenderlo. Pero siempre con el balón. Sin salir excesivamente rápido a la contra para evitar precisamente que el Madrid pudiera utilizar el arma del contragolpe. El meritorio técnico ¿italiano? presenció en directo la goleada al Valladolid y tomó buena nota de dónde hace daño el equipo de Schuster. Dos líneas de cuatro muy juntas para, más que impedir maniobrar a Guti, dejarle sin opciones de pase.
Pocas ocasiones de gol
Las ocasiones tardaron en llegar y tampoco abundaron. Aquilani, perfectamente sincronizado en sus movimientos con De Rossi, mandó un balón a la cruceta y en el rechace obligó a Casillas a emplearse como sólo Iker sabe. Minutos después, Baptista desperdició una ocasión franca de gol, la mejor del Madrid junto a un tiro al larguero del propio brasileño. Aquilani también volvería a toparse con la madera. El centrocampista italiano dio también una exhibición apareciendo por detrás de un Totti sencillamente magistral.
La expulsión de Pepe por agarrar a Vucinic y ver la segunda amarilla fracturó definitivamente al Madrid, que se lanzó a la desesperada en la búsqueda de un gol que si no llegaba era porque ni siquiera creaba ocasiones. Sin embargo, el gol que llegó fue el de Cicinho, quien se anticipó a Heinze para batir a Casillas de soberbio cabezazo.
Todo parecía perdido cuando entre el pesimismo emergió la figura de Raúl, el futbolista que mejor reencarna ese espíritu de Juanito al que el madridismo había apelado. El 7, número que también lució Juanito, empató en claro fuera de juego, pero el gol sirvió para dar esperanzas al Madrid.
Raúl aceleró el partido, le metió un ritmo frenético que incomodó a la Roma, con todo a favor para seguir jugando como sabe. Pero la empresa era demasiado grande incluso para Raúl. Ya en el tiempo de descuento llegó el gol de Vucinic y la eliminatoria quedó sentenciada. Un escarmiento para Schuster, que arrastra al Madrid a la nada.
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