Este artículo se publicó hace 17 años.
Silva, el jugador que creció entre dos bancos de piedra
Silva está acostumbrado a combatir su inferioridad física con su habilidad y eso intentará ante el Rosenborg noruego.
"No puedo ir al choque porque no soy un grandullón", argumenta David Silva (Arguineguín, 1986), centrocampista del Valencia al que hoy espera uno de esos equipos del norte de Europa, el Rosenborg noruego. Otro enemigo plagado de futbolistas que le sacan un par de cabezas y unos cuantos kilos de masa muscular.
Sin embargo, desde que empezó a dar patadas a cualquier cosa que parecía un balón, Silva está acostumbrado combatir su inferioridad física con su habilidad. Jugaba con niños mayores que él, e incluso con los compañeros de su padre en los entrenamientos del Arguineguín. "De pequeño siempre estaba allí, incluso de noche".
Una de esas noches en las que merodeaba por detrás de una portería a la caza de un balón suelto salió mal parado: "Quise parar una pelota que venía muy fuerte y me rompió la mano". En su pueblo recuerdan que siendo un retaco apenas hablaba fuera del campo, pero que dentro ya era un pequeño mariscal que nunca se achantaba con los tallos del equipo contrario. "Las patadas forman parte del fútbol".
Pese a la estopa que recibe, pocas veces se le ve revolverse. En eso se parece al que fue su jugador referencia: Laudrup. Esas conducciones con la cabeza erguida domando la pelota sin mirarla mientras zigzaguea contrarios, o el regate de la cuerda que tanto le gusta utilizar son herencia visual del danés: "Me fijaba mucho en él cuando ya tuve capacidad para asimilar lo que veía en la tele".
El Río de Janeiro de Canarias
A Arguineguín le dicen el Río de Janeiro de Canarias. De allí también salió Valerón y las playas se pueblan de chiquillos ansiosos de balón. Todos los grandes equipos ya tienen ojeadores de la zona rastreando nuevos Valerones y Silvas: "Jugamos al fútbol todo el día. También está el clima, que influye mucho.
Salen jugadores muy técnicos de allí por eso. Yo juego como lo hacia de pequeño. Eso te marca el estilo de jugador que eres".
"¿Qué si soy un jugador de playa? No. Soy un futbolista de cemento, de la arena y de la hierba porque jugaba en todos los sitios posibles. Uno de mis lugares preferidos eran dos bancos de piedra separados por diez metros que había delante de la casa de mis abuelos". En esos duelos infantiles jugando a ser Laudrup asegura Silva que nació el futbolista que es: "A levantar la cabeza o a regatear no te enseñan. Es algo natural. Te pueden corregir para que sepas cómo moverte por un campo de fútbol, pero la técnica son horas y horas con una pelota".
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