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De las sirenas al retorno de Casillas

El capitán español vuelve por sus fueros con un penalti parado y Villa entierra la historia negra con su quinto tanto

LADISLAO JAVIER MOÑINO

Las sirenas de la policía acabaron con la tranquilidad de Sandton, vacío de tráfico en Rivonia Street. Eran las once de la mañana. Demasiado pronto para un delito. El coche patrulla abría camino entre la nada al autobús de la selección española.

Se había dispuesto un paseo matinal por los alrededores de la Plaza de Nelson Mandela. La memoria viajaba a aquellos primeros años 80 en los que los España no creía en España. Los internacionales que estuvieron en la Eurocopa del 84 aprovechaban la mañana de París antes del decisivo partido con Alemania para comprar regalos. Eran otros tiempos en los que los alemanes eran más altos, más fuertes, más guapos y jugaban mejor, aunque ese día entre Arconada y Maceda los empequeñecieran y derribaran el mito.

El retorno de los pensamientos al presente descartaba una rutina tan fatalista, aunque los rostros al otro lado de la ventanilla del autobús denotaban seriedad. Había caras de partido nueve horas antes de empezar, aunque aquello era un simple paseo para relajar la presión.

El presente, uno nuevo y distinto, comenzó con el pitido del árbitro. Fútbol real a la hora de la verdad. Un partido donde la historia está por escribirse y la escrita es banal. Paraguay sale a morder arriba. 'Donde no se llega con el fútbol se llega con el corazón y no siempre gana el mejor', que dijo Martino, el seleccionador paraguayo.

Un punterazo de Capdevila y unas malas entregas de Xavi, de Alonso y de Piqué mostraban que la pelota se divorcia de España. Al término del primer tiempo, Puyol abronca a Piqué por una aventura al ataque; no hay seguridad ni en los más fiables. España se retira discutiendo y dividida. Paraguay camina hacia la caseta como una piña; mala señal.

Peor aún cuando Piqué confirma que está fuera de sí y agarra desesperado a Cardozo. La memoria traicionera aterriza en Corea y en la maldición de los cuartos. Es la hora de Casillas, de arrancar esa asquerosa portada del The Times. Había calentado con pintas de portero de toda la vida. El chándal metido por dentro de las medias, subidas hasta arriba. Se crujió los nudillos antes de volver.

Un vuelo de pitoniso. Villa ya corre para encarar a Villar, mientras Casillas le ofrece su enésima hazaña a Reina. La tragedia viaja camino de Paraguay. Penalti. Xabi Alonso marca y da un salto para una alegría inútil. Otra vez el pasado en la ciénaga de lo que pudo ser y no fue. Otra vez el techo al que España no toca en un Mundial. Pedrito se estrella contra la gloria en un mano a mano con Villar. Renace Pfaff en el 86. Pero se desvanece en décimas de segundo. Villa está, como ha estado en todo el Mundial. Esquina la pelota que burla a la historia tras tocar en los dos postes. Villa es masacrado por todos sus compañeros, mientras Del Bosque se da la vuelta y no lo celebra. Retumba el pitido final. La piña que rodea a Casillas impide su visión. Pero está. Ha vuelto.

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