Este artículo se publicó hace 13 años.
La sonrisa de Reyes
La obsesión del Madrid en el derbi volverá a ser el genio sevillano al que Quique resucitó
Hay ciertos dejes en el andar de los futbolistas que descodifican los estatus. Reyes camina despacio por la hierba del Cerro del Espino, con cierta dejadez y la cabeza alta. Gasta andares de pelotero sobrado. Lleva el paso de las figuras. Nadie puede discutirle que ha pasado de ser un futbolista repudiado en el Atlético a ser la gran estrella del equipo junto a Agüero.
Quique Flores, su entrenador, al que hasta el propio Reyes señala como su gran recuperador, explica su explosión desde la preservación de unas condiciones ambientales que permitan mezclar al futbolista profesional con una personalidad que no ha logrado desprenderse, a sus 27 años, de su carácter juvenil: "Hay que darle poca información del juego, conviene no saturarle. Hay que cuidarle sus espacios y entenderle".
El fútbol siempre lo tuvo Reyes, la estabilidad emocional la perdió en el plomizo Londres durante su etapa en el Arsenal. "Primero cayó de pie, pero luego Wenger dejó de darle cariño, y él lo necesita. Terminó por desmotivarse. No aguantaba más allí, ni él ni su familia. También fue un palo cuando el Madrid le dijo que no seguiría, él sentía que había vuelto a ser un futbolista importante. Ahora está más maduro", analiza Pablo Blanco, un responsable de la cantera del Sevilla cuando Reyes empezó a despuntar.
Tras el Madrid llegó un primer año para olvidar en el Atlético, que le acabó cediendo al Benfica. "La etapa en Lisboa fue clave. Le vio las orejas al lobo y se encontró por primera vez con Quique. Cambió el chip", cuenta Mariano Aguilar, uno de sus representantes. "En el Atlético le hemos sacado el 90% de lo que puede dar, pero en el Benfica le sacamos sólo el 60%. Aún le costaba entender los niveles de exigencia de los entrenamientos. Había que marcarle más pautas de comportamiento, ahora ya no", apostilla Quique Flores.
Mañana, Reyes volverá a ser el objetivo número uno del entramado defensivo que disponga Mourinho. Lo fue en el partido de Liga y en los dos de Copa. En la ida, Quique intuía que Reyes sería víctima de una caza agresiva. Efectivamente, a los 20 minutos, Reyes tuvo que abandonar el campo tras una fuerte entrada de Arbeloa (mientras le atendían en la banda, marcó el Madrid). Controló un balón en medio campo, sin peligro aparente, pero la consigna era que no se diera la vuelta y le mandaron al hospital. "Las patadas van al tipo de futbolista habilidoso como Reyes, es normal que se las lleve", comenta Aguilar. Reyes (88) es el segundo futbolista de la Liga, tras Callejón (96), que más faltas recibe.
Aunque es zurdo, Quique le ha revitalizado a banda cambiada, la derecha. "En el Sevilla jugaba más en punta. Era más explosivo, ahora hace menos esfuerzos, pero trabaja más en defensa. Me sorprende que haya triunfado en la derecha", dice Pablo Blanco. "No es fácil armar juego desde esa posición, pero tiene libertad y le viene bien. Es un gran pasador", puntualiza Quique. Su explosión quizás lleve a Del Bosque hoy a romper un veto de tres años y un mes sin un rojiblanco en la selección.
"Buenos días, eh!". Mientras estira al final de un entrenamiento, Reyes se dirige con sonrisa picarona a un canterano que hace abdominales en un campo contiguo. Su personalidad conserva la del niño travieso que fue. No lo puede evitar. "Sonríe siempre porque ahora se divierte jugando", dice Quique. "Es un guasón y un gran tipo. Siempre está riéndose", dice Joel. "Siempre está de cachondeo y es de los que pone música en el vestuario, siempre flamenco", concluye Godín.
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