Este artículo se publicó hace 15 años.
El toque vence a la patada
España saca adelante un partido que Argentina resistió de pie a base de violencia consentida (2-1)
José Miguélez
No se puede jugar mejor de lo que tocó España en el primer tiempo, no se puede tratar más hermosamente el balón. Un rondo eterno que no concedió opción a Argentina, actualmente un equipo del montón goteado inútilmente por alguno de los mejores futbolistas del planeta. Un rondo eterno que ridiculizó a esa Argentina, pero que también, sin demasiada profundidad, la dejó viva.
Y semejante concesión, esta selección, incluso ahora que está en los huesos, acostumbra a hacer pagar. También este sábado, casi, resucitada a base de malos modos y patadas consentidas. Pero además de jugar, esta España sabe competir. Y cuando le tocó empezar de nuevo, apenas sin tiempo, por genio, se las ingenió para volver a marcar y seguir ganando.
Argentina, aunque hoy no es mucho, es Argentina. Un escudo con pedigrí en este deporte, un animal competitivo, un carácter que ha presumido durante décadas frente a la otrora candidez española. Por eso tiene valor el meneo, aunque la contienda no valiera para nada. Sólo estaba en juego la estadística y el orgullo, la honra. Y eso ante Argentina y su fiebre ganadora es una inmensidad. Finalmente, de poco le valieron sus formas.
Dos goles de Xabi Alonso dan el triunfo a la selección
Por más patadas que dio Argentina, España no entregó el balón en ese primer tiempo fascinante. Ni se lo dejó ver. Argentina sacó la navaja con insistencia y desesperante permisividad: la plantilla canalla de Maxi a Iniesta, el codo criminal de Heinze sobre Villa y Silva, la entrada expeditiva de Coloccini otra vez sobre Iniesta, la tarascada de Gago a Ramos, los tacos afilados de Ansaldi en Silva... Argentina convirtió el primer tiempo en una crónica de sucesos que, en realidad, más que la mediación arbitral, demandó la intervención policial.
De fútbol no hubo más noticias de Argentina en todo ese tramo que un contragolpe envenenado de Di María. Lo demás lo puso España, que se divirtió llevando de viaje el balón de un lado a otro. Otra vez sobrepoblado de centrocampistas (Del Bosque aprovechó la baja de Fernando Torres para acudir al dibujo de un solo punta y cinco medios), España convirtió el duelo en un monólogo de toque. Un rondo bonito de ver sin demasiada carga de ocasiones, la verdad. El objetivo pareció siempre menos el gol que marear al contrincante.
Con todo, en una de esas aventuras de posesión interminable, España, tras recetar a Argentina dosis doble de aspirina, se encontró con el 1-0. El final de la jugada fue trabado, un rechace que Xabi ganó por olfato y decisión. Pero el origen fue una maravilla en verso: Iniesta-Xavi-Iniesta-Capdevila-Iniesta-Villa-Silva. Todo eléctrico y al primer toque, rubricado con un recorte de Silva dentro del área y un remate que, tras la parada de Romero, Xabi empotró en la red.
El primer tiempo fue un rondo eterno que dejó sin habla a Argentina
En el segundo tiempo, Argentina fue otra cosa. No soltó el arma blanca, pero además de los tobillos rojos, empezó a buscar el balón. Y sobre todo, en el segundo tiempo España fue otra cosa. Cambió el toque vivo por el sobeteo dormido, el galope por el paseo caminando. Dio señales de intimidación, como si se hubiera cansado de exponer el físico con tanta reiteración. Entró, en suma, en el estado que quería su rival.
Higuaín dio dos avisos antes de ser sustituido y luego Maxi se fabricó un penalti con la complicidad de Albiol. El madridista se dejó robar la pelota en zona prohibida, por entretenerse, y quiso corregir su error con una entrada alocada ya dentro del área. Messi (que definitivamente no se parece a Messi bajo esa camiseta) recurrió a la sutileza para batir a Casillas en el penalti.
A España le tocó despertarse y empezar de nuevo, con otro traje. Del Bosque cambió a Xavi y Silva por Cesc y Negredo. Es decir, volvió al dibujo de los dos puntas. Esta vez quería más el gol que el juego. Y luego hizo debutar a Navas, también metió a Mata. Tocaba demostrar carácter. Volcarse. Ganar porque sí. España dejó a un lado el violín y se puso a tocar la corneta. Y al son de esa otra música, con perdón de las damas y de Maradona, también encontró el gol y el éxito. Sigue ganando.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.