Este artículo se publicó hace 12 años.
El triatlón, ejemplo para Rajoy
Gómez Noya es el reflejo de un deporte joven que no depende del dinero público para ganar medallas
Hay una crisis económica fatal que justifica la pobre actuación española en deportes como el atletismo en estos Juegos. No hay ingresos, no hay medios, no hay los recursos que hubo, se quejan sus jefes, empobrecidos como nunca, y esa es la primera razón de sus males: el dinero, el maldito dinero. ¿Y entonces el triatlón? ¿Cómo es posible que Javier Gómez Noya gane una medalla olímpica? ¿Acaso no forma parte del mismo país que nuestros atletas? Sí y no.
Hace veinte años, cuando el atletismo se abrazó a la gloria en Barcelona 92, el triatlón casi ni existía. Javier Gómez Noya tenía nueve años, ya había vuelto de Suiza con sus padres, que fueron emigrantes en ese país, y desahogaba su sed competitiva en la natación. De hecho, ni sabía que existía el triatlón y siguió sin saberlo hasta los quince años cuando compitió, casi por casualidad, en el Triatlón de Castropol (Asturias) con la idea de que "era más importante ser finalista en una prueba de natación que campeón de España de triatlón".
José Hidalgo, que hoy es presidente de la Federación Española, no le quitaría la razón. Al menos, en esos años, "en los que ibas a un campeonato de España de triatlón y te podías inscribir cinco minutos antes".
Pero aquello ya sólo es la prehistoria de un deporte que retrata héroes como los hermanos Llanos, Héctor y Eneko, Ana Burgos y, sobre todo, Iván Raña, que casi alcanzó la medalla en los Juegos de Sidney 2000, la primera vez que el triatlón fue olímpico. Desde entonces, se ha fortalecido como nadie en España y, aunque su popularidad sea discreta en los medios, la realidad es la que expone José Hidalgo, el presidente de la Federación. "Tenemos un aumento anual del número de licencias del 18%. En la última década hemos pasado de 4.000 a más de 20.000". Por eso el hecho de que las subvenciones sean más bajas no impide soñar con lo mejor. "Somos un deporte raro, anormal. Un deporte joven, sin complejos y muy pegados a la realidad social".
Doce años de esperaSu evolución conoce hoy esa medalla olímpica que, según el presidente de la Federación, debe terminar de implantar este deporte. La primera prueba ha estado en las redes sociales. Gómez Noya ha superado en unas horas los 30.000 seguidores en Twitter, casi el 40% más de los que tenía y que demuestran el poder de una medalla que a Iván Raña, a uno de los grandes precursores de todo esto, le invita a seguir luchando. Tiene 32 años y no se clasificó para Londres. Ha vivido desde la lejanía la conquista de esa medalla que ha costado doce años y que empezó a perseguir él en Sidney, quinto clasificado. "Ahora, tengo más ganas que ayer de estar en Río", ha escrito.
En realidad, es la felicidad del triatlón, un deporte que ya tiene voz, y no es la de la queja ni la de la crisis que justifica a tantos deportes, empobrecidos de dinero y de espíritu, como el atletismo, a ese atletismo que hace 20 años vivió la medalla de oro de Fermín Cacho y hace 28 el bronce de Abascal en Los Ángeles. Pero hoy apenas quedan huellas de ese pasado y sólo se habla de dolores de cabeza, de la masiva presencia de atletas de África, de nuestros corredores envejecidos y cosas así. Todo lo contrario que el triatlón, que ha sabido adaptarse a los tiempos, disfrutar del presente, creer en el futuro (Mario Mola y Fernando Alarza han sido campeones del mundo junior y Vicente Hernández, de Europa...) y encontrar esa medalla olímpica en Hiyde Park en la que no creía todo el mundo. Hoy, el diario Marca hablaba en su portada de un 'Super Martes' y, entre las opciones de medalla, no se hablaba en ese primer escenario de Javier Gómez Noya... Quizá la próxima vez no pasará.
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