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Vettel, a punto del éxtasis

El alemán firma su novena victoria y le bastará ser décimo en Suzuka para proclamarse bicampeón del mundo

ÁNGEL LUIS MENÉNDEZ

Las actuales carreras de F1 son un espectáculo, pero el espectáculo de la vigente F1 es un tedio. Una soporífera sucesión de vueltas en las que 23 pilotos se embarcan en batallas de distinto pelaje en función de sus aspiraciones y uno, solo uno, suma poles y triunfos hacia un título seguro. Es

Vettel, que logró en Singapur su novena y apabullante victoria del curso. Dentro de 15 días, en Japón, le bastará con cruzar la meta en décima posición para proclamarse el bicampeón del mundo más joven de la historia (24 años), otra marca que le arrebatará a Fernando Alonso.

Al piloto español únicamente le queda soñar con un futuro mejor. Hace semanas que cada gran premio es para él un pérfida combinación entre una carrera de karts y una prueba de supervivencia. Adosado a un Ferrari al que en Maranello ya fían a su suerte para lo que queda de campeonato -no está prevista mejora alguna-, Alonso disfruta de las salidas como en su juventud y sufre como un condenado para mantener un ritmo digno de él y de su escudería.

Ayer encendió de nuevo el atormentado corazón de los ferraristas del mundo con una frenada espeluznante en la primera curva de la noche singapurense. Se apagó el semáforo rojo y el asturiano, perdido en la quinta posición de la parrilla, apuró al máximo la recta de meta, se coló por el resquicio que dejaron Webber y Hamilton en su cruenta batalla inicial y, a la estela de Button, se colocó tercero.

Ahí murió la gloria de Alonso. Con Vettel por delante en su feliz e inalcanzable pedestal de la velocidad, Button se reivindicó por enésima vez como piloto de culto. El discreto inglés y su McLaren dibujaron un galope continuo y firme, sin un solo error, mediante el cual afianzaron desde el primer minuto esa segunda posición e incluso se permitieron llevar un ápice de angustia al garaje de Red Bull durante las últimas cinco vueltas. En ese lapso final el rendimiento de los dos bólidos austríacos -el de Vettel y el de Webber- se desplomó con estrépito, pero la ventaja acumulada por el líder y la incapacidad del Ferrari en el caso de Webber les permitieron a ambos mantener las posiciones.

Las luces de Singapur, una de las citas más duras del año, alumbraron las virtudes y defectos de pilotos y equipos. Bajo los focos se vio al Hamilton más agresivo en su dos versiones: la brillante, en mil y un adelantamientos; y la descerebrada, cuando embistió a Massa por detrás y arruinó una carrera que, por ritmo y ganas, bien podía haber acabado en triunfo. Sobre la iluminada pista esparcieron sus debilidades Webber y Massa, dos secundarios desmoralizados y engullidos por las circunstancias y, en el reverso, el buen hacer de una escudería modesta, Force India, que amenaza con llegar en plena forma al primer gran premio que se celebrará en su país de origen dentro de un mes. Todos están, para bien o para mal, a punto para el fin de curso. Sobre todo Vettel.

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