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Víctima del tiro por la culata

Tras el coitus interruptus, la derrota argentina viene con aroma a antropofagia. Alguien tiene que pagar la ilusión rota. Todos quieren sangre

 

FEDERICO PEÑA

En Argentina se es héroe o fracasado. Hay un cielo para los victoriosos y un infierno para el resto. Ser campeón antes de jugar es un deporte nacional. La primera final de Copa Davis en casa no fue diferente. Los locales tallaron el nombre de Argentina en la ensaladera antes de jugar. Olvidaron que los pingos se ven en la cancha. Tras el coitus interruptus, la derrota viene con aroma a antropofagia. Alguien tiene que pagar la ilusión rota. Todos quieren sangre.

El primer devorado es Mancini. El domingo, la prensa argentina le preguntó al capitán por 'el fracaso', un término que lo enojó. Llegar a dos finales y a una semifinal en tres años y considerarlo un mal resultado habla del exitismo argentino. Harto de ello, y abriendo paso a que sea otro el que digiera los cambios necesarios, Mancini dejará la Legión. Martín Jaite suena para reemplazarlo. El entrenador de Nalbandian es un histórico. Se espera que ponga límites al liderazgo del cordobés y tiene buena relación con los otros tenistas argentinos y sus entrenadores. Se sabrá en un mes.

El rumor sonó fuerte: Nalbandian se baja del equipo. Tras ser multado con 10.000 dólares por no asistir a la conferencia de prensa del sábado, el cordobés dio la cara el lunes. Se disculpó y pidió comprensión por el mal trago. 'Me molestó que pongan en duda si sigo en la Copa Davis', dijo, para salvarse de los tiburones.

Los medios argentinos salieron a explicar el lunes 'las claves de la gran frustración' (Clarín). Al cordobés le recriminan que sea el que arma el equipo y que no fuera líder en la derrota. A Mancini, que no haya planificado la final. A los tenistas, su desunión. Pero Nalbandian se ha comportado siempre de la misma manera. Nunca atendió bien a la prensa. Tampoco sorprende que haya montado un circo en torno a la sede por sus intereses por jugar en Córdoba, o que eligiera la velocidad de la pista sin consultar a Del Potro, Acasuso y Calleri.

Se sabía, pero la ausencia de Nadal hacía pensar en una final regalada. 'Si no hacemos un mea culpa, no podemos construir el futuro', dijo Nalbandian. La autocrítica apunta al ADN argentino. Una final se gana o se pierde. Es lo que hay que aprender de España. Ahora que el tiro salió por la culata, Nalbandian cree que sacará una buena lección. Lejos de bajarse de la Davis, pidió que 'el próximo capitán me tenga en cuenta'.

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