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El Villarreal da un baño

Tras seis victorias consecutiva, los azulgrana se muestran débiles en defensa. Naufragio del centro del campo de los bajitos.

NOELIA ROMÁN

Definitivamente, Frank Rijkaard no se lleva bien con el Madrigal. No hay manera de que el técnico azulgrana salga del coliseo del Villarreal con la sonrisa puesta. No lo hizo el curso pasado, cuando el Barça firmó su última derrota , y tampoco ayer, cuando el estadio levantino se convirtió en escenario de una nueva claudicación azulgrana. Una noche más, el Villarreal se impuso al Barça (los amarilllos han ganado cinco de los seis últimos duelos), Pellegrini al holandés y los términos se invirtieron en la clasificación: el Barça cedió la segunda posición al Villarreal.

No hay discusión posible sobre el desenlace del encuentro. El equipo de Pellegrini fue tan superior durante todo el partido, que la buena predisposición mostrada por el Barça sólo le sirvió para salvar la imagen. Falto de agresividad y de frescura, el equipo de Rijkaard, que no contó con Ronaldinho y sí con Bojan, ya había tirado el encuentro al cuarto de hora, con dos goles encajados.

Enfrentados a un cuerpo a cuerpo frenético en la primera parte, el Villarreal impuso su superioridad sobre los azulgrana. No sólo porque, a los dos minutos del inicio, Bruno, Guille Franco (precioso taconazo el suyo) y Cazorla trenzaron una maravillosa jugada que acabó en la red de Valdés.

Ni siquiera porque, diez minutos después, el meta del Barça se veía batido de nuevo por Senna, autor de un gol de penalti de Abidal sobre Pires que no pareció. Sino porque el Barça, que acortó diferencias con un tanto de Bojan salido de las botas de Messi, perdió la batalla del centro del campo.

Ante el equipo de Pellegrini, la fórmula de los tres pequeños no funcionó. Bruno y Senna gobernaron el centro del campo, se impusieron a Xavi, Deco e Iniesta y el Barça se encontró echando de menos a Touré, sometido como estaba a las galopadas de Pires y al ritmo de partido que marcaba el Villarreal. Porque, cuando el Barça recortó distancias y se creció impulsado por la hiperactividad de Messi, Senna enfrió los ánimos azulgrana al convertir otro penalti, provocado de nuevo por Pires.

Rijkaard movió ficha. Retocó el sistema, dio entrada a Giovani y retrasó la posición de Messi. El Barça ganó profundidad por la banda del joven mexicano, posesión de balón, pero apenas mordiente. Más alejado de la portería, las acometidas de Messi no resultaron tan peligrosas y Henry mostró su cara más errática.

Volvió Gudjohsen

Sólo le faltaba al Barça perder a Deco, su principal motor en el centro de campo. Pero sucedió. A un cuarto de hora para la conclusión del encuentro, el portugués se sufrió una rotura fibrilar en el adductor de la pierna izquierda (el primer diagnóstico habla de entre cuatro y cinco semanas de baja)y Rijkaard se vio obligado a cambiarlo por Gudjohsen. La apuesta sólo podía ser ofensiva. Pero el bagaje azulgrana fue demasiado pobre: en la segunda parte, el Barça apenas pudo colocar un par de balones entre la portería de Viera.

De ese modo, difícilmente podía el equipo de Rijkaard imponerse al Villarreal, que se dedicó a vivir de rentas y a explotar sus temibles contrataques por las bandas. Hasta en tres ocasiones, pudieron los amarillos engordar su marcador y matar definitivamente el partido. No lo lograron. Infructuosamente, el Barça luchó hasta el final para obtener el mismo resultado que el curso pasado: una amarga derrota, que trunca la racha de seis victorias que había encadenado el equipo de Rijkaard, que ahora mira la cabeza de la tabla desde la cuarta posición.

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