Público
Público

Crisis económica La pandemia sitúa España ante una crisis más intensa y vertiginosa que la de 2008

El INE certifica el aplanamiento de la curva de la recuperación tras sufrir la actividad productiva y comercial entre marzo y diciembre un retroceso mayor que el acumulado entre 2008 y 2013 y cuya magnitud supera la mitad de la que padeció el país en el primer año de la guerra civil.

El primer año de la pandemia ha tenido efectos devastadores para la economía española.
El primer año de la pandemia ha tenido efectos devastadores para la economía española. Ian Langsdom / Reuters

Ya es oficial: la actividad productiva y comercial de la economía española sufrió en el primer año de la pandemia una contracción de 124.781 millones de euros para caer a 1.119.976, según los datos de la Contabilidad Nacional difundidos este viernes por el INE (Instituto Nacional de Estadística), que reflejan un cortocircuito de magnitud desconocida en tiempos de paz.

Los tres sistemas de medida que se utilizan para calibrar el PIB reflejan contracciones similares, de una horquilla de dos puntos: del 9,1% si se atiende a la variación interanual, del 10% a precios corrientes (la más utilizada) y del 11% en términos de volumen, informa el INE, lo que viene a significar que el país ha retrocedido cuatro años en nueve meses para volver a registros de actividad ligeramente superiores a los de 2016, o de 2008, y certifica el final de seis años de crecimiento consecutivos.

La magnitud de ese vertiginoso desplome por el parón de la actividad por la pandemia y por las restricciones aplicadas para afrontarla desde mediados de marzo, tanto en España como en el resto del planeta, es mayor que el acumulado en los cinco primeros años de la ‘gran recesión’ que siguió al estallido de la burbuja inmobiliaria y a la crisis financiera internacional de 2008 y supera la mitad de la registrada en el primer año de la guerra civil de 1936.

La caída del PIB per cápita, que refleja el reparto teórico de esa riqueza nacional entre sus habitantes, sería, a falta del dato oficial y con el registro de población del 1 de julio (47,35 millones) , del 10,5% al pasar en un año de 26.430 a 23.652, un nivel similar al de 2015 (23.220), en los inicios de la última recuperación, o de 2007 (23.780), en vísperas del estallido de la burbuja inmobiliaria.

Los datos del INE apuntan, por otro lado, a un claro aplanamiento de la curva de la recuperación, con un avance del 0,4% en el cuarto trimestre del año pasado que supone regresar al nivel de crecimiento previo a la pandemia, durante la que la economía española ha encadenado dos desmesurados pinchazos del -5,3% y del -17,9% antes de una mejora del 16,4% que resultó ser más tenue que estructural a la vista de lo que le siguió, ya sea por los daños en el sistema productivo y comercial y/o por las restricciones derivadas de las nuevas olas de contagio.

La curva de la recuperación y la de las previsiones se aplanan

Esa evolución hizo que semanas antes de que el dato fuera oficializado este viernes varios de los principales centros de estudios y análisis económico recortaran sus previsiones de rebrote para este año, algo que ya había ocurrido a mediados de otoño.

Así, el panel de Funcas, la Fundación de las Cajas de Ahorro, sitúa el promedio de los cálculos sobre la remontada en el 6,3%, algo que de cumplirse significaría que la economía española habría logrado recuperar en un solo año un volumen de negocio de 70.500 millones de euros, con su posterior distribución en salarios, beneficios, inversión e impuestos.

Sin embargo, el reverso de ese mismo pronóstico indica que al acabar el segundo año de la pandemia el descuadre seguiría rondando los 55.000, un pinchazo netamentye superior (casi un 50%) al del periodo 2008-2010 y con una referencia temporal en la que la crisis anterior seguía sin ser superada, al menos en aspectos como el empleo y las rentas de los hogares.

España se encuentra ante "una crisis de impacto transitorio cuya afección será mayor cuanto más se mantenga. Cuanto más dure habrá más sectores afectados y el impacto será mayor en los que ya lo están. Cuanto más se prolongue más se tardará en salir", señala María Jesús Fernández, economista senior de Funcas, mientras Vicente Pinilla, catedrático de Estructura e Historia Económica en la Universidad de Zaragoza, destaca que, "la recuperación está siendo lenta. La principal medida económica ahora mismo es la vacunación para ir reanudando la actividad".

La incertidumbre sigue presidiendo el proceso

Manuel Garí, director de la Cátedra Trabajo, Ambiente y Salud de la Universidad Politécnica de Madrid, llama la atención sobre el hecho de que "nadie se plantea la perspectiva social mientras se comienza a hablar de que puede venir una crisis financiera por el elevado endeudamiento de las empresas", lo que generaría un escenario similar al de 2009-2013, mientras los discursos oficiales remiten como bálsamo a factores externos como los fondos de la UE.

Por otro lado, anota, "se habla de expectativas de recuperación y crecimiento olvidando la secuencia de cómo se va a llegar a esos niveles" cuando "hay una incertidumbre elevada en los factores y carecemos de instrumentos para analizar su evolución". "Esta crisis va a dejar una cicatrices enormes en el tejido productivo, que va a quedar muy tocado con la desaparición de muchas empresas", añade.

Datos como el cierre de más de 36.000 pymes y la pérdida de más de 375.000 empleos en ese sector abonan esa tesis mientras el balance de daños de la Contabilidad Nacional reseña un retroceso de la inversión (formación bruta de capital) del 14,3% y otro del 8,4% en el consumo de los hogares, paliado este último en parte por el avance de siete puntos en el de las administraciones públicas aunque con sus previsibles consecuencias en el déficit y la deuda, conceptos a los que la UE, el BCE y el FMI han acabado por descargar de las connotaciones negativas que les grabaron a fuego en la anterior crisis.

Solo el sector primario, con un avance del 8,7%, crece al cierre de 2020, aunque no tanto, obviamente, como para compensar la caída del resto, que, en un país que basa su economía en los servicios, incluye registros como el -20% del comercio, el transporte y la hostelería, el -31% de la cultura y el ocio, el -19% de la construcción o el -4.7% de la industria.

“Esta crisis afecta a sectores concretos”

Fernández matiza esos datos generales del INE. "Las crisis de 1936 y 2008 afectaron a toda la economía, mientras que esta afecta a sectores concretos, e incluso algunos como los relacionados con la informática, las telecomunicaciones o la industria farmacéutica tienen una actividad superior a la etapa previa la covid o están cerca de ella", señala, al tiempo que destaca cómo una decena escasa de ramos que soportan caídas del empleo superiores al 20% aglutinan el 70% de la pérdida de ocupación cuando antes de la pandemia ofrecían el 13% del total.

Se trata de los hoteles y restaurantes, el transporte aéreo, las agencias de viajes, los museos, los actividades deportivas y recreativas, las artísticas y de espectáculos, los museos, los juegos de azar, los alquileres y la industria del cuero y el calzado.

Los sectores que generaban uno de cada ocho empleos antes del coronavirus concentran más de dos tercios de los que se están perdiendo mientras la ocupación también "cae en el resto de actividades, pero poco".

Pinilla, por su parte, sostiene que "nos lo jugamos todo en la vacunación, dependemos críticamente del ritmo de producción de la vacuna para garantizar la recuperación". Una inmunización veloz en el entorno europeo, anota, daría una ventaja competitiva a uno de los sectores clave de la economía española, como es el del turismo internacional, ante los menores avances en otras áreas que explotan el modelo de sol y playa como la orilla sur del Mediterráneo o el Caribe.

Los riesgos asociados a la pandemia y las recetas para afrontarla

No obstante, la propia intensidad de la crisis y las respuestas para superarla tienen riesgos asociados como que los daños en algunos sectores provoquen caídas de la demanda como consecuencia de los cierres y el desempleo, apunta Pinilla, que al mismo tiempo confía en que "los ahorros de los trabajadores cuyos ingresos no se han visto afectados en estos meses pueden actuar como un estímulo en forma de bomba de consumo" cuando se levanten las restricciones.

Aunque añade un matiz clave a esos eventuales efectos balsámicos de los casi 60.000 millones de euros en ahorros hoy apalancados en cuentas bancarias. "Eso -añade- requiere mantener viva la economía para que no se genere un escenario como el de 2008, con la demanda por los suelos".

Fernández, por su parte, pone en acento en las incertidumbres que se han ido generando. "No sabemos qué número de negocios va a sobrevivir", indica, al tiempo que llama la atención sobre "el riesgo de ayudar a empresas zombies. El reto es hallar la fórmula para salvar a las que van a poder seguir, ya que, aunque lo ideal sería salvarlo todo, los recursos son limitados".

En este sentido, apunta que "algunos sectores como el del turismo internacional no van a volver al nivel anterior a la pandemia de la noche a la mañana, mientras que en otros como la hostelería se está destruyendo el tejido productivo por la caída de la demanda y el aumento de la deuda en empresas de baja capitalización".

Garí, que recuerda que cuando llegó la pandemia las economías occidentales ya estaban dando señales de ralentización, pone sobre la mesa cómo en este crash la tendencia a resolver lo urgente está dejando en un segundo plano lo necesario de otras medidas.

"El problema no está solo en esta pandemia, sino en el riesgo de que esas epidemias puedan ser recurrentes", advierte, por lo que reclama "introducir en el debate la distorsión que se produce en la relación entre la producción y la naturaleza" y aprovechar los fondos de la UE para tratar de resolver algunas averías de país como las que quedaron patentes en las primeras semanas de la pandemia y el confinamiento al carecer de un sistema público potente en áreas como la sanidad, la industria farmacéutica o la energía.

Los antecedentes de la crisis de 2008-2013 y la guerra de 1936

Entre 2008 y 2013, con el breve y leve respiro de 2010, el PIB español perdió algo más de ocho puntos al pasar de 1,109 a 1,020 billones de euros (-89.193 millones), mientras su distribución per cápita se dejaba 6,7 al caer de 24.130 euros a 22.518, lo que supone un retroceso un punto inferior al registrado ahora.

Setenta años antes, en 1936, el primer año de la guerra civil desatada por la sublevación franquista, el desplome de la actividad alcanzó el 18,9% al caer del equivalente de 226 millones de euros al de 183,4, según los datos de la Fundación Rafael del Pino, mientras el PIB per cápita lo hacía en un 19,3% al pasar de 8,8 a 7,1 euros anuales.

Análisis de instituciones como BBVA ofrecen estimaciones similares, aunque algunas estimaciones amplían la caída por encima del 23%, lo que sitúa el retroceso de los primeros meses de la covid-19 por encima de la mitad del provocado por el comienzo de la guerra civil.

En aquella época, con poco más de 24,5 millones de habitantes, una pensión de jubilación no llegaba a 2,5 euros anuales (365 pesetas) mientras el salario medio en la industria se situaba al comienzo de la década de los años treinta en el entorno de los 26 céntimos de euro semanales, según un estudio de la Universidad de Zaragoza.

No es esa la única diferencia, ya que esas crisis económicas, las de mayor intensidad del siglo pasado y del actual, no son comparables más allá del cotejo de sus magnitudes estadísticas, según coinciden los expertos consultados por Público.

Las diferencias y las similitudes

"La naturaleza es completamente distinta. Ahora se trata de una crisis autoinducida porque hemos decidido parar por la pandemia, pero no por ninguna cuestión interna de la economía, por lo que la mayor parte del impacto debería ser transitorio", explica María Jesús Fernández, economista senior de Funcas, que destaca cómo "desde 2014 el crecimiento estaba siendo sano e incluía la corrección de desequilibrios como la deuda pública y privada, el déficit exterior o la inflación, mientras que en 2008 había un volumen elevado de actividad y empleo artificial e insostenible que se mantenía por un flujo de crédito que, al hundirse, arrastró a toda la economía".

Lo de 1936 fue una devastadora guerra provocada por una sublevación militar que, además de generar elevadas pérdidas humanas y arrasar estructuras sociales, provocó la destrucción generalizada de infraestructuras, capital y maquinaria, con las escasas excepciones de algunas zonas agrarias e industriales que no llegaron a ser campo de batalla o de focos industriales en cuya protección se emplearon tanto la Segunda República como los sublevados, caso de las áreas fabriles de Catalunya y Euskadi.

"Esto es lo más parecido a una guerra, solo que el enemigo es distinto que en las guerras", indica Vicente Pinilla, que anota que "ha habido una paralización de la oferta y de la producción que se está prolongando porque muchas actividades siguen teniendo restringida la producción, ya sea de bienes o de servicios, mientras por el lado de la demanda también hay actividades afectadas, como el turismo internacional".

Manuel Garí coincide en el análisis de las causa: "No es lo mismo una crisis inducida como esta, en la que el parón no se deba al funcionamiento de la economía sino a un factor externo y a una decisión política atemorizada, que la destrucción material, la parada de la producción y la succión de mano de obra de la guerra civil o el gran ajuste interno de 2008 en el modelo neoliberal que desde la crisis del petróleo de los años 70 salía de las crisis incrementando la financiarización que las provocaba", explica

¿Te ha resultado interesante esta noticia?

Más noticias de Economía