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10.000 días tras un fantasma

La policía mantiene desde 1984 la búsqueda de Rafael Bueno Latorre, un violento atracador de bancos acusado también de cuatro asesinatos

Ó. LÓPEZ-FONSECA

Rafael Bueno Latorre es una pesadilla para la policía española. Posiblemente, la más larga. Dura ya más de 26 años. Exactamente, 26 años y siete meses. O lo que es lo mismo, cerca de 10.000 días. Es el tiempo que ha pasado desde que el 19 de abril de 1984 este delincuente, que hoy tendría 56 años de edad, se fugara de la prisión de Alcalá-Meco (Madrid) con la ayuda de una pistola falsa hecha con jabón y tinta. Mucho tiempo, pero no lo suficiente para que la Justicia, que considera que sus numerosos y graves delitos aún no han prescrito, deje de buscarlo. De hecho, el martes, la policía distribuyó en YouTube un vídeo con las imágenes de los siete delincuentes más buscados y, entre ellas, estaba la de este utrerano. Y ello, a pesar de que nadie está seguro siquiera de que siga vivo.

'Nosotros no tenemos constancia de que esté muerto y, por lo tanto, seguimos buscándolo'. Quien habla así es uno de los máximos responsables del Grupo de Localización de Fugitivos de la Policía, un grupo de agentes que desde su creación, en 2005, ha conseguido detener a 1.216 delincuentes huidos. 'Es cierto que hace año y medio nos llegaron comentarios de que estaba gravemente enfermo, pero no pudimos confirmarlo', añade este agente.

Se le atribuyen los asesinatos de dos policías y de dos delincuentes

El historial criminal justifica el esfuerzo policial. Además de protagonizar tres fugas de prisión, se le considera autor de una decena de atracos a mano armada y cuatro asesinatos sólo en España. Dos de sus víctimas fueron los policías que le custodiaban en el hospital de Burgos en octubre de 1983, donde había sido trasladado desde la cárcel tras autolesionarse con unas tijeras. Su banda lo liberó y acribilló a balazos a los agentes, uno de los cuales fue rematado en el suelo.

Los otros dos asesinados fueron delincuentes a los que él consideraba chivatos de la policía. Los secuestró y les hizo cavar su propia fosa antes de dipararles en la cabeza. Luego ordenó a su banda que los enterrara boca abajo. 'Así, si están todavía vivos, escarbarán hacia abajo', aseguran que dijo. Un detalle de crueldad que confirma el perfil que de él dibujaron entonces los psiquiatras: muy frío y calculador.

Su búsqueda se centra actualmente en Francia y Bélgica

Actualmente, la policía centra sus esfuerzos para localizarle en Francia y Bélgica. Los investigadores creen que Bueno Latorre ha permanecido la mayor parte de estos 26 últimos años oculto en la Costa Azul protegido por delincuentes marselleses con los que ya se relacionaba durante la década de los ochenta. De hecho, sólo en esta parte de Europa han conseguido encontrar algún hilo del que tirar. 'En un primer momento se barajó la posibilidad de que hubiera huido a Suramérica, porque sólo sabía hablar castellano, pero luego se descubrió que podía estar implicado en varios atracos cometidos en estos dos países', señalan fuentes policiales.

Los agentes tampoco descartan que, en alguna ocasión, haya vuelto a España, donde aún reside su familia. Hace un año, una confidencia lo situaba a este lado de la frontera. Resultó ser una pista falsa. 'Parece haber roto cualquier relación con su madre y hermanos', destaca un policía que pone como ejemplo que cuando huyó dejó aquí a su mujer y a su hija. 'Su compañera murió años después por culpa de la droga sin que él se hubiera vuelto a poner en contacto con ella', destaca. La policía ha rastreado también todos los pasos que han dado en los últimos años los que fueran integrantes de su banda. Sin resultados.

Pese al tiempo transcurrido, sus delitos aún no han prescrito

El tiempo transcurrido añade una dificultad: no se sabe cuál es su actual aspecto. La policía asegura que, dada la incipiente alopecia que sufría cuando se fugó, muy posiblemente esté calvo o lleve la cabeza afeitada. También creen que puede usar barba o perilla. Más característicos son su ojos verdes oscuros y los dos tatuajes que ya tenía cuando escapó de prisión: una pantera negra en la espalda y la figura de un hombre en el brazo derecho. Estos y las numerosas cicatrices superficiales en el cuerpo serán claves para identificarle. Una de ellas la tiene en el abdomen, justo encima del ombligo. Es la huella de la lesión que Bueno Latorre se provocó en 1983 para ser trasladado de la cárcel al hospital en la fuga en la que mató a dos policías. Los compañeros de estos se resisten a olvidar el crimen.

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