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1.100 nombres contra el olvido

Un centenar de personas homenajea a los fusilados en Madrid por el franquismo

JUANMA ROMERO

Los nombres comenzaron a retumbar por las paredes del cementerio. Pronto recorrieron la atmósfera, la inundaron, conquistaron el silencio. Se sucedieron uno tras otro: Sotero Abad Ramos, Julián Abad Romero, Rafael Abad Romero, Dionisio Acebes Martín... hasta Julián Zugazagoitia, el último. En total, se pronunciaron ayer domingo más de 1.100 nombres, parte de los que desfilaron frente al horror de Franco: los nombres de los que fueron fusilados en una tapia del antiguo cementerio del Este de Madrid –hoy cementerio de La Almudena– entre 1939 y 1944. Otra más de las incontables huellas sangrientas de la dictadura.

El día se levantó claro, despejado. A las once de la mañana, más de un centenar de personas aguardaba en el camposanto a que arrancase el homenaje organizado por la Plataforma contra la Impunidad del Franquismo. A pocos metros de aquella tapia de la vergüenza, un humilde escenario, presidido por un enorme telón cubierto con los rostros de los represaliados y con los signos de interrogación de los desaparecidos.

Familiares y artistas rindieron tributo a los muertos junto al antiguo paredón

Poco a poco, se sentaron familiares de las víctimas y artistas, políticos e intelectuales. Entre ellos, los actores Alberto San Juan, Pilar Bardem, Asunción Balaguer, Álvaro de Luna, Lidia San José, Lucía Álvarez, Nieve de Medina y Ana Gracia; los cantantes Miguel Ríos, Luis Pastor y Lourdes Guerra; los escritores Almudena Grandes, Eduardo Mendicutti, Cristina Maristany y Marcos Ana; los miembros de IU Gaspar Llamazares, Inés Sabanés, Antonio Cortés y Enrique Santiago, la activista de derechos de gays y lesbianas (LGTB) Boti García Rodrigo. Algunos, con brazaletes o escarapelas tricolores. Otros, con claveles rojos. Todos, con el rostro cogido por la rabia, la angustia.

San Juan ejerció de presentador de las biografías de aquellos 1.100 hombres y mujeres: 'Queremos recoger su ejemplo, reivindicar su memoria, afirmar que su causa no terminó con su muerte. Nosotros somos el futuro por el que ellos lucharon. Por eso vamos a renunciar a nuestros propios nombres para leer los suyos, que son también nuestros, los de todos'. Tras cada identidad, recordó, se halla un drama personal, una pequeña gran historia, 'la tragedia de muchas familias desamparadas, hostigadas por una dictadura sangrienta primero y con la indiferencia de sus compatriotas después'. El actor comenzó a 'acariciar en público' los nombres de los fusilados en el cementerio del Este.

Alberto San Juan: 'Queremos recoger su ejemplo; su causa no terminó con su muerte'

Fueron más de tres mil personas las que murieron en aquel paredón. Quienes primero sacaron sus nombres a la luz fueron Mirta Núñez Díaz-Balart y Antonio Rojas Friend, que en 1997 editaron Consejo de guerra : los fusilamientos en el Madrid de la posguerra, 1939-1945 (Compañía Literaria).

Ayer se citó a un tercio de ellos. Cuarenta artistas y familiares de víctimas se turnaron en el escenario. Cada uno leyó unos 28 nombres. Algunos, reconocibles, como los de las Trece Rosas, las muchachas de las Juventudes Socialistas Unificadas asesinadas el 5 de agosto de 1939: Blanca Brisac, Julia Conesa, Ana López... Los parientes de los fusilados reivindicaban la memoria de los suyos: 'Y Antonio Rodríguez, mi abuelo', 'Mi tía, Francisca Barroso', subrayaban con dolor.

Con cada nombre, el auditorio trepaba por la escalera de los sentimientos. Metabolizaba, intuía cada historia, la atrapaba. Y guardaba un sepulcral silencio. Durante las casi dos horas en que se prolongó la lectura, apenas se oyó un bisbiseo. Sólo el ondeo de las banderas republicanas y las del PCE y el tremor de las hojas de los árboles, agitadas por una fuerte y fría brisa. Y los aplausos, cálidos, tras cada intervención. En una esquina de la tribuna, mientras, se iban arracimando los claveles rojos que colocó cada uno de los oradores.

Apenas se oyó un bisbiseo, sólo el ondeo de banderas republicanas y el tremor de las hojas

Apenas hubo más palabras. 'Son hoy rostros con cara, muertos con nombre', proclamó el cantautor Luis Pastor. 'Murieron por la libertad y fueron asesinados por ello. No los olvidemos', pidió Álvaro de Luna. 'Nada ni nadie podrá apagar el fulgor de su sangre asesinada', avisó el último de los 40, el poeta comunista Marcos Ana.

Entonces, una mujer, ya anciana, se levantó como un respingo. Subió al escenario, al lado de Ana. 'Perdonad, no he oído el nombre de mi padre, Mariano Arias. Le asesinaron en el año 40'. Todo por haber fundado la UGT y la Casa del Pueblo de Galapagar (Madrid). Las lágrimas le surcaron el rostro. La voz le tembló. 'Fue un luchador y una persona muy buena. Me lo asesinaron vilmente'. Apenas fue capaz de decir más. El público reaccionó con el apoyo, la ovación cerrada.

Tras un minuto de silencio, Luis Pastor y Lourdes Guerra rindieron un último homenaje a las víctimas del cementerio del Este. A cappella cantaron Mariposa de noviembre: 'La voz de mi corazón / es un pájaro que canta, / alma que vuela en la voz, / paloma de la palabra / Mari mariposa de noviembre, / violeta de mi jardín, / un racimo de canciones / de tu parra yo cogí...'

Pastor marcaba el ritmo con golpes en el pecho, con patadas al suelo. El auditorio respondió. Acompañó con aplausos y, al final, coreó el verso final: 'España, mañana, será republicana'. El grito que no podía fallar.

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