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"Abrieron las puertas del avión y aquello se convirtió en la guerra"

Banjul, capital de Gambia, era uno de los destinos más remotos a los que llegaba Spanair

DAVID GUERRERO

Banjul, capital de Gambia, era uno de los destinos más remotos a los que llegaba Spanair y allí se encontraron la tarde del sábado pasado más de 150 pasajeros, ajenos a lo que pasaba con la compañía aérea. Después de algunas horas de incertidumbre, recibieron la noticia de que un avión especial de Vueling prestaba de manera extraordinaria el servicio entre Barcelona y Gambia, tanto de ida como de regreso.

Aunque inicialmente debían haber salido a la una de la madrugada del domingo, el avión no despegó hasta tres horas después. 'Primero hicimos una cola civilizada, pero cuando abrieron las puertas aquello se convirtió en la guerra, todos querían entrar en el avión y coger cualquier asiento', explicaba ayer el valenciano Nando Santonja, ya en el aeropuerto del Prat. Él fue uno de los pocos turistas en un vuelo lleno de gambianos que viven en España. Para ellos y para un segundo vuelo que llegó por la tarde desde Bamako, la aventura finalizó en Barcelona.

Peor lo pasaron una veintena de personas que venían en ese vuelo pero hacían escala para llegar hasta Estocolmo o Múnich. En El Prat les informaron que debían pagar el billete correspondiente en otra compañía. Mientras Amadou Jeng y su familia sacaban la tarjeta de crédito ante los mostradores de Vueling y aceptaban el contratiempo con resignación, a otros se les venía el mundo encima. 'No tengo más dinero', lamentaba Alanje Nyang.

Por lo demás, la tranquilidad imperó en los mostradores habilitados para atender a los afectados. De los más de 4.000 pasajeros que debían volar ayer desde El Prat con Spanair, pocos fueron los que se dejaron caer por el aeropuerto.

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