Este artículo se publicó hace 12 años.
La amnesia de Isabel
Mientras Garzón es juzgado, varios familiares reciben los restos de fusilados por el franquismo
Isabel Martínez es una administrativa de 33 años de Paiporta, un pueblo de Valencia. Llevaba una vida tranquila hasta que, hace unos meses, recibió una llamada de Gátova (Castellón), de donde proviene su familia. Se enteró, de repente, de que, siete décadas atrás, su abuelo paterno había sido político, de izquierdas y republicano. Que había sido fusilado tras un juicio que fue una farsa y enterrado junto a otros tres hombres en una fosa común, a un metro de la tapia en la que le volaron la cabeza. De golpe, Isabel se enteró de que, tras el normal e inocente "Martínez" que acompaña su nombre, hay toda una historia de política, guerra y sufrimiento del hombre del que heredó el apellido.
Seis meses después de esa llamada, Isabel tenía ayer en su casa un pequeño ataúd. Dentro, estaba el cráneo agujereado por las balas y el resto de huesos de Bernardino Martínez Morelló, ese abuelo olvidado. Después de 73 años enterrados, los restos han sido rescatados gracias a la Ley de Memoria Histórica. Ayer por la mañana, la nieta de Bernardino, junto a los familiares de otros tres políticos que fueron asesinados junto a él, acudieron a Segorbe (Castellón), donde recogieron los cadáveres. Los cuerpos han sido exhumados, identificados y colocados en ataúdes por un equipo forense después de la larga tramitación que exige la ley. Los fusilamientos tuvieron lugar el 2 de noviembre de 1939, cuatro meses después del fin de la guerra.
La nieta de un represaliado ignoraba que su abuelo fue asesinado
El acto de ayer estuvo marcado por la coincidencia en el tiempo con el juicio a Baltasar Garzón. Desbordada por las preguntas de la prensa al respecto, Isabel prefirió no hablar del asunto: "Me reservo mi opinión". Después, contó la historia de su familia. Una narra-ción que ayudó a entender por qué la nieta de un concejal asesinado por las tropas golpistas prefiere no opinar sobre el acoso al magistrado que intentó que historias como la de su abuelo fueran investigadas por la Justicia española.
Isabel narró cómo, tras la ejecución, su abuela, la viuda de Bernardino, tomó de la mano a sus tres hijos y se fue del pueblo. Emigró a Valencia. Y se murió "sin hablar nunca de su marido". Lo mismo hizo su hijo pequeño, el padre de Isabel, que durante toda su vida mostró un desapego rallando en la urticaria hacia la política. "Su frase era la política es para quienes comen de ella", recordó ayer su hija.
El resultado es que ni ella ni su familia tenían ni la más remota idea de la historia de su abuelo. Ignoraban que fue concejal de Gátova y afiliado a Izquierda Republicana. Que fue capturado por las tropas golpistas. Y que los tres hombres con los que compartió el paredón y la fosa común eran el alcalde del mismo pueblo, otro edil y el alcalde de Teresa, otra localidad cercana. Que todos "fueron asesinados por ser cargos públicos republicanos tras un juicio que fue una farsa", en palabras de Matías Alonso, coordinador del Grupo para la Memoria Histórica de Valencia, la organización que ha ayudado a los familiares a recuperar los restos.
La viuda "se murió sin hablar de su marido" y de sus ideas políticas
El terror de la abuela de Isabel dio paso a una amnesia generalizada en su familia. Y a la costumbre de vivir ajenos a la participación en la gestión pública que tan cara había costado al abuelo. "Mi familia me enseñó a reservarme mis ideas y a no mezclar la política con otros temas", explicó.
Isabel fue, sin embargo, la única que no habló ayer de Garzón. El recuerdo del juez, que a esa misma hora afrontaba su juicio en el Tribunal Supremo, protagonizó casi todas las preguntas y salpicó todos los discursos. "Intentó que familiares como vosotros no tuvieran que pasar por trámites burocráticos y que el Estado asumiera las búsquedas (de los desaparecidos)", dijo Alon-so. Su imagen, sentado en un banquillo rodeado de togas y del ritual propio de la justicia, contrastaba con la del acto de entrega de los restos de los fusilados. Por la oposición de una de las familias, no hubo un ritual de despedida común a todos, ni se permitieron las banderas republicanas.
Los familiares recogieron los pequeños ataúdes en la capilla del cementerio, rodeados de flores de plástico llenas de polvo, bidones vacíos y esqui-vando una moto aparcada junto al altar. El alcalde de la localidad, del PP, ni siquiera acudió. Alegó que no había sido formalmente invitado.
El recuerdo de Garzón sobrevoló toda la ceremonia, íntima y discreta
La ceremonia se limitó a unos discursos breves y emocionados en el mismo lugar donde se produjo la ejecución: en un muro que en la época separaba dos huertos anexos al cementerio de Segorbe. Uno de los familiares tomó la palabra para agradecer a "todos los que han hecho posible" la recuperación de los restos de los ejecutados, que en las próximas semanas serán enterrados en las respectivas sepulturas familiarse. El actual alcalde de Gátova, el socialista Leopoldo Romero, agradeció al borde del llanto que la "democracia" haya permitido recuperar los restos de su antecesor en el cargo.
La misma democracia que, sin embargo, no logró despertar a la familia de Isabel de su letargo. Por la tarde, la nieta se dedicó a leer el dossier que el forense le había dado sobre el juicio que le costó la vida a su abuelo. Llegó, poco a poco, a una conclusión: "Creo que de estas cosas se tendría que hablar más en las escuelas". Cerca de ella, el ataúd de Bernardino Martínez esperaba, por fin, una digna sepultura.
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