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"Es anacrónico que Rajoy reclame Gibraltar con lo que está pasando en España"

La intención del presidente del Gobierno de resucitar el acuerdo de Bruselas diez años después de la fallida cosoberanía, produce sarcasmo en el el Peñón

JUAN JOSÉ TÉLLEZ

Mientras el 25-S intentaba rodear el Congreso de los Diputados y Artur Mas convocaba elecciones anticipadas en Catalunya, Mariano Rajoy resucitaba ante la Asamblea de Naciones Unidas el contencioso de Gibraltar y reclamaba una nueva reunión hispano-británica bajo el paraguas del acuerdo de Bruselas de 1984: 'Hemos perdido ya demasiados años', afirmó Rajoy.

Aunque se trató apenas de un par de frases en el contexto de un discurso más extenso y cuyo principal objetivo era el de presentar la candidatura de España para un asiento no permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU para el bienio 2015-2016, la mención a Gibraltar fue incluso anticipada a los medios de comunicación durante la tarde del martes.

'Quiero hacer un llamamiento a Reino Unido para que reiniciemos el diálogo bilateral sobre la descolonización de Gibraltar de acuerdo con los parámetros indicados por la ONU y plasmados en la Declaración de Bruselas de 1984', observó Rajoy, cuyo Gobierno liquidó el llamado foro tripartito en el que, desde 2006, intentaban dirimirse los problemas cotidianos de los habitantes de Gibraltar y del resto de la Bahía de Algeciras.

En el Peñón, la reclamación de Rajoy ha producido más sarcasmo que protestas: 'Parece un poco anacrónico que con lo que está ocurriendo en España, su presidente salga ahora con esto', comentaba ayer, martes, un veterano periodista gibraltareño. 'Me recuerda a cuando Franco llegaba a publicar artículos y discursos de Federica Montseny o de Salvador de Madariaga, que estaban exiliados, para hacer creer que a todos los españoles les unía la reivindicación de Gibraltar. Nosotros pedimos autodeterminación, pero parece que Catalunya también va a pedirla', añadía.

Sin embargo, también José Luis Rodríguez Zapatero durante su primer discurso ante la Asamblea de Naciones Unidas en 2004 se refirió a Gibraltar, mostrándose abierto a cualquier solución negociadora para brindarle voz a lo que entonces llamó 'este territorio no autónomo'.

Tras asumir el fracaso de la propuesta de cosoberanía, ambas partes dejaron voluntariamente aparcada esta cuestión para afrontar exclusivamente asuntos domésticos

La declaración de Rajoy se produce pocos meses antes de que se conmemore el tricentenario del Tratado de Utrecht de 1713, que otorgó la soberanía del Peñón por tiempo indefinido a Inglaterra. El acuerdo de Bruselas de 1984, firmado por Fernando Morán y Lord Carrington, como ministros de Asuntos Exteriores de España y del Reino Unido, siguió al de Lisboa de 1980, que suscribió Marcelino Oreja por parte española y que sirvió para propiciar la apertura de la Verja que la dictadura franquista había cerrado en 1969.

En Bruselas, ambos países acordaron reunirse cada año para hablar sobre todos los asuntos pendientes, incluidos los de soberanía. En este marco, en junio de 2002, se produjo una reunión crucial entre los ministros Josep Piqué y Jack Straw, que bajo el espíritu de las Azores, llegó a traducirse en la posibilidad de que el gobierno de Tony Blair aceptase una fórmula de cosoberanía para el Peñón. Londres le puso tanto empeño a esta propuesta que incluso envió a Gibraltar a algunos de los mejores funcionarios del Foreign Office para intentar convencer a las autoridades y a la sociedad civil de la Roca.

El empeño fue inútil: los gibraltareños reaccionaron convocando un simulacro de referéndum de autodeterminación y llevando a cabo una reforma de la constitución local que dota a esta diminuta colonia de 30.000 habitantes de mucho mayor autogobierno que cualquier autonomía española.

La última vez en que se reunieron ambas cancillerías bajo lo dispuesto en el acuerdo de Bruselas fue el 27 de octubre de 2004, con el socialista Miguel Angel Moratinos como nuevo ministro español de Exteriores. En ese encuentro, él y su homólogo británico decidieron 'considerar y realizar consultas ulteriores sobre el establecimiento de un nuevo foro de diálogo con agenda abierta sobre Gibraltar. Tras asumir el fracaso de la propuesta de cosoberanía, ambas partes dejaron voluntariamente aparcada esta cuestión para afrontar exclusivamente asuntos domésticos como el restablecimiento de las comunicaciones marítimas, la ampliación de las líneas telefónicas o la readaptación del acuerdo del aeropuerto de 1987, que le costó el puesto a Sir Joshua Hassan como ministro principal de Gibraltar, al aceptar la cogestión española del istmo donde se encuentra situado dicho campo de aviación.

Así, el 16 de diciembre de 2004, se propone la creación de un foro de diálogo tripartito, bajo la fórmula 'tres voces, dos banderas', en el que el gobierno de Gibraltar adquiere capacidad de interlocución por sí mismo y no como parte de la delegación británica. Esta fórmula mantenía una agenda abierta y ha servido para dirimir problemas de cooperación y convivencia, en especial desde 2006 a enero de 2012, cuando tras su toma de posesión como nuevo titular de Exteriores, el ministro José Manuel García Margallo, durante su primera visita a Bruselas, le espetó al eurodiputado británico Charles Tannock, un imprevisto y al parecer jocoso '¡Gibraltar, español!'.

Desde 2004, el Gobierno británico había dado por finiquitado el proceso de Bruselas, que nunca gustó a los gibraltareños, pero que sigue siendo el único marco vigente para tratar los problemas relacionados con la soberanía de Gibraltar. De hecho, en su día supuso un hito diplomático porque, a pesar de que en Utrecht se entregó el Peñón a perpetuidad, era la primera vez que Gran Bretaña reconocía que podía hablarse de todas las cuestiones, 'incluidas las de soberanía'.

También en Gibraltar han cambiado los gobernantes: Fabian Picardo llegaba al número 6 de Convent Place un par de semanas después de que Rajoy se instalara en La Moncloa. A Picardo y a los socialistas y liberales de Gibraltar en coalición, no les gustaba demasiado el foro tripartito, pero menos les gusta el acuerdo de Bruselas. De hecho, el actual ministro principal insistía la pasada semana en Sevilla en que, a pesar de sus críticas a esta formula de encuentro que se inició en Córdoba en 2006, entendía que era una buena herramienta para el diálogo local. Quizá si se mantuviese la fórmula de 'tres voces, dos banderas', podrían ir resolviéndose cuestiones como la de la pesca, la protección del medio ambiente en la Bahía o los intereses de los trabajadores españoles en Gibraltar, al menos, antes de que pasen otros trescientos años.

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